VIDAS IMAGINADAS (COPY:SCO)
(…) No encuentro palabras para definir lo que su presencia me ocasiona. Ni yo misma entiendo el porqué tiene tanto poder sobre mí, pero es así y yo no puedo hacer nada por evitarlo. Sé que es un amor imposible, que todos me dicen que me olvide de él y quizás tengan razón pero la razón no se lleva muy bien con el corazón(…)
Grecia escuchó un ruido que provenía de la planta baja y con gran nerviosismo guardó todas las cartas que había encontrado en el desván. A su tía no le gustaba nada que nadie husmeara en sus cosas pero Grecia no podía evitarlo: ¡ Había tantas cosas que no sabía , qué nadie quería contarle!. ; Sin pensarlo dos veces salió del desván y bajó rápidamente por las escaleras . Tenía miedo de que su tía pudiese intuir que había estado en el cuarto “prohibido”.
- Grecia, ¿Has hecho todo lo que te dije?
- Sí tía, no te preocupes.
Grecia respiró hondo y se sintió mucho mejor al darse cuenta de que su tía no sospechaba nada(…).
- ¡Dime algo!, ¿Te gusta ó no?
- Lo que he leído hasta ahora no está mal pero tengo que terminar de leerla para poder juzgarla ¿No te parece?
- Tienes toda la razón, perdona mi impaciencia pero entiende que tu opinión es muy importante para mí.
- Rebeca, tienes que comprender que de poco te va a servir mi opinión . Yo no he escrito nada en mi vida y en lo único que pienso al leer una novela es en si me gusta la historia o no me gusta.
- ¡Pues eso es lo que me interesa saber si la historia te parece interesante o no!
- Si te digo la verdad la historia es interesante pero me parece un poco inverosímil, parece el argumento de una telenovela Venezolana.
- ¡¿Inverosímil?! Bueno, está bien, haré algunas modificaciones
Rebeca y Marta charlaban tranquilamente en la terraza de un bar mientras tomaban un zumo de piña. Marta no quería desilusionar a su amiga pero lo cierto era que Rebeca escribía de una manera pésima. Los argumentos de sus escritos parecían haber salido de la mente de un adolescente romántico que aún no se ha enfrentado al mundo real y que vive en un mundo imaginario. Rebeca no perdía la esperanza de ver publicada una de sus novelas y, por eso, escribía y escribía sin darse cuenta que no tenía nada que hacer.
Rebeca y Marta se conocieron en la facultad de Ciencias de la Información dónde ambas cursaban la carrera de periodismo. Su encuentro fue producto del azar como lo son la mayoría de encuentros entre estudiantes dentro de una clase. El primer día en la universidad es para la mayoría de los estudiantes un “empezar de nuevo” en todos los sentidos. Del ambiente familiar del instituto pasan al desmesurado tamaño de las clases de la universidad dónde son caras anónimas para la mayoría de la gente que les rodea. Lo que todos los alumnos desean ese primer día es encontrar a alguien con quien poder charlar, con quien poder cambiar sus impresiones sobre ese nuevo mundo.
Rebeca llegó tarde el primer día de clase. No sabía que hacer si entrar o no entrar ya que a pesar de que se había retrasado únicamente cinco minutos no sabía lo que iba a encontrarse al otro lado de la puerta. Estaba bastante nerviosa porque a pesar de que había salido dos horas antes de su casa no había contado con las interminables colas del autobús ni con la falta de información que es tan habitual en las universidades públicas por lo que aún no podía creer que hubiera podido encontrar el aula dónde ahora no sabía que es lo que sucedía al otro lado de la puerta. Un chico llegó en aquel momento y preguntó a Rebeca que si la clase ya había empezado. Rebeca le dijo que cuando ella llegó la puerta estaba cerrada y que no se había atrevido a entrar. El chico le dijo a Rebeca que él iba a pasar y que si ella quería que pasase también. Sin hablar nada más aquel joven abrió la puerta y entró en la clase seguido de Rebeca la cual parecía su sombra. Nadie dijo nada para asombro de Rebeca. El profesor siguió con su charla haciendo caso omiso a los dos estudiantes que acababan de entrar. Rebeca se sentó en el primer asiento que vio libre. La clase era bastante más grande que las aulas del instituto pero por lo demás aquello tampoco era nada del otro mundo por lo que respiró hondo y aguantó con cara de interesada la soporífera charla de aquel hombre cuyo aspecto se asemejaba al de los científicos locos de las películas de risa.
Por fin se fue el profesor y Rebeca aprovechó la ocasión para entablar una conversación con la chica que estaba sentada al lado suyo.
- ¡Que aburrimiento!- Dijo Rebeca
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