HENRY MILLER: EL CIRCULO PARISINO - CAPITULO 2 (COPY: JAVIER PARRA)


CAPITULO 2
Anaïs Nin
(1903-1977)

Prácticamente desconocida en nuestro país - su primer Diario se  editó en 1977, diez años después de su publicación en los Estados Unidos -, Anaïs Nin es uno de los pocos mitos que tiene la literatura femenina mundial. Admirada y recomendada por un gran segmento de feministas, Anaïs  Nin, como podremos ir viendo a lo largo de este ensayo tiene poco que ver con el feminismo y mucho más con el carácter de un nuevo tipo de mujer que empezaba a emerger en los alegres años 20. Se podrían encontrar analogías, dentro de las corrientes intelectuales,  entre Anaïs y figuras como Lou Andrea Salome, Isadora Duncan, Frida Kahlo, Isabelle Eberhardt, Jane Bowles, Lotte Lenya, Tina Modotti, Mary Wollstonecraft  e incluso con la misógina Simone  de Beavouir, pero en ningún caso, insistimos en ello, con movimientos políticos feministas.
Quizás lo único evidente en este personaje es que, no siendo ni una excelente escritora ni una mujer comprometida políticamente con los movimientos feministas de su época, no pasó ni pasa desapercibida para nadie que tenga la suerte de encontrar algún ejemplar de sus Diarios o de su obra narrativa.
Anaïs Nin nació en París en el año 1903. Era hija de Joaquín Nin - compositor y pianista español - y Rosa Culmell – cantante -. Su infancia transcurrió en diferentes colegios europeos, lejos de la familia. La inesperada separación matrimonial de sus padres fue el detonante para que Anaïs Nin comenzase, a la edad de once años, a escribir el Diario que daría lugar a su monstruosa, a la vez que extraordinaria, obra “literaria”. Tras la ruptura familiar Anaïs viajó a los Estados Unidos. Anaïs vivía con su madre y sus hermanos en Nueva York desde donde viajó a Europa con el fin de continuar sus estudios, y posteriormente a La Habana (Cuba) para ser presentada en sociedad por su tía, con el propósito de buscarle un marido rico (la tía, Antolina Culmell, empezaba a estar agotada por el esfuerzo económico que le suponía ayudar a su hermana y sobrinos tras el abandono de Joaquín Nin) En La Habana le presentaron varios candidatos a Anaïs, algunos pertenecientes a importantes familias de la burguesía criolla de la isla, pero ella rehusó tales compromisos. Se había enamorado de Hugo Guiller, empleado de banca norteamericano, cuya familia no la aceptaba por ser hija de un “bohemio” que había abandonado además a sus hijos. Sin embargo, al final Anaïs impuso su fuerte carácter y logró llevarse a Hugo a La Habana, donde se celebró el matrimonio, en la barriada de Arroyo Naranjo, el 3 de marzo de 1923. Tras la boda, el matrimonio fijó su residencia en Louveciennes, tranquila propiedad que había sido en otros tiempos hogar del escritor ruso Ivan Turgueniev. Anaïs era en esa época una joven romántica e insegura que usaba su Diario como vehículo de exteriorización de sus más profundos sentimientos y pensamientos, aferrándose a él como su experiencia más vivencial. Sin embargo, un hecho que iba a cambiar su pequeño mundo estaba a punto de acontecer. Hugh, en su deseo de ayudar a Nin en su incipiente carrera como escritora, estaba intentando contactar con personas que se interesaran por el pequeño ensayo que su mujer acababa de terminar sobre el novelista inglés D.H. Lawrence. Así fue como puso en contacto a Anaïs con otra “joven promesa” literaria que se encontraba también por esa época realizando el primer borrador de lo que sería el famoso Trópico de Cáncer, coincidiendo igualmente con Nin en un periodo de reafirmación de su vocación de escritor. Estamos hablando por supuesto de Henry Miller. Aparentemente podría pensarse que dos personas tan diferentes en todos los sentidos como eran Miller y Nin serían incompatibles para mantener una colaboración literaria, pero la realidad fue otra muy distinta ya que conectaron desde el primer momento. Tan providencial encuentro es la piedra angular que ha posibilitado que podamos disfrutar de la obra de Henry Miller y de la de Anaïs Nin, ya que posiblemente ninguno de los dos hubiese logrado sus objetivos sin el apoyo del otro. Con altibajos, la relación entre ambos se mantuvo hasta la muerte de Nin en 1977.
Por esa época Nin llevaba escritos cuarenta y ocho cuadernos de su Diario. Cuando se los enseñó a Miller éste se quedó sorprendido por su calidad literaria, pero por otro lado, analizándolos con detenimiento, se dio cuenta de la falta de vida externa que mostraban, aconsejándole en ese momento a Anaïs que era más importante vivir la vida que escribir fantasiosamente sobre lo no vivido. De similar opinión se mostraron Rene Allendy y Otto Rank, ambos psicoanalistas a la vez que amantes en diferentes épocas de Nin. En cualquier caso, Nin para deleite de unos y rechazo de otros continuó, pese a las críticas, su monumental obra. Es curioso observar que aunque Nin era una mujer aquejada, en ese entonces, por una profunda neurosis, fue capaz de detectar que la oposición aparentemente “afectuosa” que mostraron algunos de sus amigos, era simplemente la hostilidad encubierta hacia una posible publicación de los Diarios, lo que conllevaría a verse completamente “desnudos” ante la sociedad.
Lo cierto es que poca importancia tiene hoy todo esto, ya que a pesar de todas las oposiciones que en su momento tuvo Anaïs, ésta continuó con sus Diarios, sin que ello repercutiera en su amistad con el grupo de amigos que, en un momento u otro, mostraron hostilidad hacia su obra. No obstante, la publicación de los Diarios se fue demorando inexplicablemente en el tiempo y no sería hasta el año 1966, en los Estados Unidos, cuando empezaron a editarse por primera vez. Cuando el primer volumen de sus Diarios vio la luz, Anaïs ya había publicado alguna de las que son consideradas sus obras menores y que, en la mayoría de los casos, las historias que en ellas se narran están basadas en hechos entresacados de los propios Diarios.
Nin empezó a utilizar la escritura a los once años como el camino más directo para recomponer su vida emocionalmente alterada, desde el abandono del hogar por su padre. “El Diario es producto de la enfermedad, tal vez una acentuación y exageración de la misma. Cuando escribo siento alivio quizás, pero existe también un agravamiento del dolor, un tatuaje de mí misma, una prolongación del dolor”. La catarsis que suponía la escritura del Diario había ido cubriendo las diferentes etapas por las que Anaïs fue pasando por su niñez y adolescencia, pero al encontrarse en París y ya casada, se dio cuenta de que si quería llegar a ser alguien en el mundo profesional de la literatura tenía que abandonar la protectora discreción de su Diario y establecer en este caso una línea más intelectual que apartara, aunque fuera momentáneamente, sus conflictos neuróticos. Nin escribía en sus Diarios con absoluta soltura, libremente, sin ningún tipo de censura, de forma diferente a cuando trataba de escribir profesionalmente, sobre todo cuando tenía que enfrentarse a la explicación de un mundo exterior. Este sentimiento que Nin experimentaba al enfrentarse a una obra de ficción contra la que surgía de sus más íntimas experiencias en sus Diarios fue una constante en su vida, a parte de su pudor por herir la sensibilidad de Hugh, hecho que la condujo a no publicar íntegramente sus Diarios, censurando todo aquello que pudiera ocasionar “problemas humanos” como los denominaba la propia Anaïs. Tuvieron que pasar muchos años hasta que Nin encontró la solución a estos “problemas humanos” y, por lo tanto, hasta la publicación sin censuras de sus Diarios.
Los dos primeros artículos que Anaïs consiguió publicar “The Mystic of Sex” - ensayo sobre D.H. Lawrence publicado bajo seudónimo en The Canadian Forum, en octubre de 1930 -, y su continuación, “Unprofessional Study” sobre D.H. Lawrence, publicado en 1932, ponen de manifiesto la necesidad que Nin tenía de expresar su sexualidad, de ordenar su relación matrimonial, y sobre todo, realizar una apasionada defensa (la primera por parte de una mujer) de un compañero escritor muy difamado en esa época de puritanismo y doble moral. Lawrence sufrió la primera acción de la censura en 1915, a raíz de la publicación de su novela “The Rainbow” - El arco iris -, sufriendo nuevamente las garras de la censura en 1928 al prohibirse la difusión de “Lady Chatterley’s Lover” - El amante de Lady Chatterlay -.
No es extraño, por tanto, que Anaïs se sienta cercana a un autor como D.H. Lawrence para quien lo erótico adquiere manifiestamente una calidad sagrada. En una carta a Miss Perarn fechada el 12 de Abril de 1927, refiriéndose a Lady Chatterley’s Lover dice: “Siempre trabajo en lo mismo: hacer las relaciones sexuales valiosas y estimables en lugar de vergonzosas”. A Lawrence le molesta y le indigna sobremanera que se considere obscena toda palabra que indique una parte del cuerpo por debajo del ombligo. En “La serpiente emplumada”, novela que él mismo consideraba su mejor obra, dice: “El mundo está lleno de esos seres incompletos que andan en dos pies y degradan el único misterio que les queda: el sexo”. Es obvio que una mujer como Anaïs Nin deseosa de poder expresar con total libertad su sexualidad, se sienta solidaria a la vez que cómplice de un autor como D.H. Lawrence. Hoy puede parecernos hasta casi ridículo censurar un libro como “El amante de Lady Chatterley”, pero si tenemos en cuenta la doble moral que impera actualmente en nuestra sociedad en todo lo que a sexo se refiere, podremos comprender que autores como D.H. Lawrence o Henry Miller fueran una pesadilla para los puritanos de principios del Siglo XX. Un ejemplo de hipocresía de la época lo vivió en carne propia Anaïs, cuando su madre le manifestó, tras la aparición del libro sobre D.H. Lawrence, el deseo de no permanecer viviendo bajo el mismo techo en el que vivía la autora de semejante inmundicia, trasladándose de hecho a un apartamento en París lejos de Louvesciennes.
En cualquier caso cuando el libro se publicó en febrero de 1932, Anaïs rompió con la imagen de esposa decorativa de un joven y prometedor ejecutivo, hija sumisa, hermana cariñosa, e incluso cándida muchacha católica que se esforzaba por alcanzar la santidad, para pasar a ser una apasionada voz en contra de “un rechazo de las más profundas carencias de nuestra naturaleza”.
Inevitablemente el cambio que se empezó a fraguar en Anaïs Nin a partir de la publicación de su primera obra la llevó, entre otras cosas, a conocer a finales de Diciembre de 1932 a Henry Miller. Firmemente convencida desde el principio de la validez y la importancia del talento de Miller como escritor, Anaïs se dedicó – pese a su completa dependencia de la ayuda financiera de su marido – a proporcionarle durante años algún dinero, pequeños obsequios, comida, entradas de cine y el pago de numerosos alquileres, para que Miller pudiera crear con absoluta libertad su obra literaria. Pese a ocasionales dudas acerca de la personalidad, la sinceridad y la inteligencia de Miller, siempre le apoyó, llegando incluso a dejar a un lado su propia carrera literaria en numerosas ocasiones, e incluso a posponer sus propias publicaciones para que Henry Miller publicara su primera obra: “Trópico de Cáncer”. Ella misma, con dinero prestado, promovió que el editor Jack Kahane publicase Trópico de Cáncer, que finalmente y tras numerosos avatares terminó siendo el libro más influyente e importante de Miller.
Es de justicia reconocer que Henry Miller tampoco flaqueó en su apasionada defensa de lo que él consideraba la principal obra de Anaïs: su descomunal Diario. En una mención de los primeros volúmenes del Diario, en la revista de T.S. Eliot, The Criterior, en 1937, Miller pronosticaba, correctamente como luego resultó, que el Diario de Anaïs Nin, si se publicaba alguna vez, recibiría el reconocimiento mundial. “Es un gran espectáculo”, afirmaba en su ensayo “Un ser etílico, paciente y humildemente delineado por alguien que se considera a sí mismo una nulidad, por alguien que casi se había eclipsado completamente en el esfuerzo por alcanzar una verdadera comprensión de la vida. Nuevamente es en este sentido dónde el documento humano rivaliza con la obra de arte, o en épocas como la nuestra reemplaza a la obra de arte”. En los años cuarenta, cuando él había renunciado a las esperanzas siempre ilusorias de que algún día estarían juntos, la ofreció compartir con él, a fin de que pudiera publicar por lo menos alguna parte del Diario, la modesta suma que acababa de recibir de parte de un anónimo protector, movido por la desesperada petición pública de dinero del propio Miller. El anónimo benefactor era Jean Varda (Yanko), un pintor americano maestro de la técnica del collage, y que tras leer la petición de Miller le invitó a vivir con él y con su esposa en un granero transformado en vivienda en New Monterey (California). Posteriormente, apareció en la revista Circle un ensayo de Henry Miller en 1944, titulado “Varda, el maestro de obras”, que más tarde fue incluido en el libro Recordar para Recordar, en 1947. Miller le presentó a Varda a Anaïs, quién más tarde utilizó alguno de sus collages en las sobrecubiertas de sus libros de ficción.
Otro ejemplo de la defensa de los diarios por parte de Miller, la tenemos en las nueve páginas que el 2 de Agosto de 1933 le escribió a W. A. Bradley y que le adjuntó a Anaïs el 3 de Agosto de 1933 para que se la remitiera si lo consideraba oportuno a Bradley de su parte. “La carta que te adjunté para Bradley, que dejo a tu discreción el mandarla o no, expone el caso de tus páginas”. La carta según una nota del inédito diario de Anaïs Nin, nunca se envió, y sólo se hizo pública después de la muerte de Bradley. Willian Aspenwall Bradley (1878-1939), fue quien presentó a Henry Miller a Jack Kahane el editor de “Trópico de Cáncer”, y durante muchos años trató de vender la obra de Anaïs Nin a varios editores americanos, motivo éste por el que había accedido a los Diarios de Nin, y le había sugerido que hiciera una adaptación más aceptable para su posible publicación comercial. Al parecer esta sugerencia fue la que hizo que Miller le escribiera defendiendo razonablemente la publicación completa de los diarios. “¿Puedes estar seguro, de que lo que tú consideras falto de interés no gustará a otros miles, tal vez millones? …Pienso en la obra como si ya estuviera publicada. Pienso en el lector japonés, el lector hindú, el lector español, el lector escandinavo… Pienso en el futuro lector del año 2000 y después cuando el manuscrito original, con los nombres correctos, salga a la luz…”. Como se puede apreciar, la clarividencia de Miller era absoluta. Los pronósticos al día de hoy son irrefutables ya que según han ido apareciendo los diarios sin censurar, el interés va en aumento. Para el lector que quiera profundizar en esta carta a Bradley, finalmente se publicó íntegra en el libro “Un domingo después de la guerra”, el 1944 en la editorial norteamericana New Directions, de Norfolk, dentro de un capítulo titulado “Más sobre Anaïs Nin” de Henry Miller.
Ante la imposibilidad de poder publicar los Diarios, Anaïs se puso a escribir una obra que, al principio de las numerosas redacciones que sufriría con el tiempo, se llamó “Alraune”. Henry Miller trabajó también durante algún tiempo en este libro, llegando incluso a escribir un guión para una película sonora inspirado en parte en Alraune y publicado en París en 1937, en una edición limitada de 200 ejemplares, con ilustraciones de Abraham Rattner. Posteriormente fue incluido en su libro “El ojo Cosmológico”, que fue el primero editado de Henry Miller en Estados Unidos en 1939. El guión fue igualmente emitido por una radio francesa en 1952, presentado por el amigo común de ambos, Blaise Cendrars. Finalmente el manuscrito de “Alraune”, fue desechado tanto por Miller como por Anaïs, siendo esta última la que utilizaría gran parte de él para sus novelas “House of Incest” y “Winter of Artifice”, inspirándose en los personajes primitivos del borrador de “Alraune” donde aparecían con los nombres cambiados, June Miller, Henry Miller, el doctor Allendy, el padre de Anaïs Nin y el doctor Otto Rank entre otros.
De este periodo de tiempo tan fecundo para ambos escritores, Anaïs Nin y Henry Miller, se han publicado dos interesantes libros conteniendo la correspondencia que ambos mantuvieron a lo largo de los años. El primero corresponde a las cartas de Henry Miller a Anaïs Nin, publicado por G.P. Putnam, Nueva York 1965, y el segundo volumen “Una pasión literaria”, correspondencia de Anaïs Nin y Henry Miller (1932-1953), con más de doscientas cincuenta cartas de ambos. Abarcan las dos décadas más importantes de su relación, desde el momento en el que se conocen en febrero de 1932 dando lugar a la apasionante amistad que se prolongaría hasta la muerte de Nin. La última carta que aparece en este volumen está fechada en 1953 y sorprende por la madurez con la que Anaïs Nin reflexiona sobre su relación con Miller, “Las causas son tan claras, asimismo que si entonces las hubiéramos visto podían haber sido remediadas. Por fin te veo claramente, sin distorsiones, y eso me hace escribirte por vez primera sin la afectación debida al temple de la visión personal. Probablemente si entonces hubiera tenido el sentido del humor que hoy tengo y tú las cualidades que hoy tienes, nada se habría deshecho”. Asimismo Anaïs Nin le comenta a Miller que, probablemente, este cambio de actitud se deba fundamentalmente a que por fin está dejando leer sus Diarios a otras personas, y que está procurando resolver los problemas humanos que entraña su publicación. Henry Miller, más o menos por estas fechas, se casaba por cuarta vez con Eve McClure, actriz y pintora que se había ofrecido, como favor personal, a  trasladarse diariamente a Big Sur para cuidar a los hijos de Miller nacidos de su anterior matrimonio con Janina Martha Lepska, su tercera esposa, lo que da una idea de la incansable búsqueda sentimental de Miller, y sobre todo, a diferencia de Anaïs Nin, la necesidad de intentar siempre a través del matrimonio establecer un “hogar”. Anaïs no sólo ha madurado como mujer sino que está logrando ahuyentar los demonios del pasado y como bien le comenta a Miller, al dejar leer sus Diarios a otras personas, ha roto con su dependencia paterna, e incluso con la que mantenía más o menos a ese nivel con Henry Miller. Ya no necesita con el objetivo encubierto de la inmadurez de Miller, protegerle, cuidarle y sobre todo, mantenerle económicamente. También ha logrado estabilizar su relación con Hugo lo que la permite, sin separarse de él, mantener una vida libre de prejuicios.
En otro orden de cosas Nin había creado en New York una pequeña empresa editorial, y había publicado en Mayo de 1942 en una edición de 500 ejemplares su “Winter of Artifice”. En marzo de 1943, la Gemor Press que sí se llamaba la editorial de Anaïs, publicó el libro de Paul Eluard “Misfortunes of the Inmortals” con ilustraciones de Max Ernst, aprovechando el papel sobrante para publicar “Under a Glass Bell” en una edición de 300 ejemplares. En septiembre de 1945 publica la primera versión de “This Hunger” en su editorial, obra que posteriormente daría lugar a la primera parte del libro “Ladders to fire”, que corresponde a la primera de las cinco novelas que completan “Cities of the Interior” y que fue publicada por vez primera en 1959 recogiendo toda la obra de ficción publicada anteriormente.
“Una pasión literaria” correspondencia de Anaïs Nin y Henry Miller 1932-1953, también nos aproxima a conocer a una Anaïs Nin más sincera que la que aparecía en las primeras ediciones de sus Diarios, más cercana a la que empezamos a vislumbrar cuando apareció “Henry y June” e “Incesto”, y que ha sido completado últimamente con la aparición de “Fuego: Diario amoroso”. En estos tres Diarios a diferencia de los siete que aparecieron en vida de Anaís Nin, se descubre no sólo unas relaciones sin censura, sino un retrato mucho más humano y sincero de la autora. Es decir, una mujer menos sofisticada y más humana, una Anaïs más persona y menos “artista”. No obstante es de obligada lectura poder acceder a los siete primeros Diarios, que abarcan desde 1931 hasta 1974 y que pese a las supresiones y adaptaciones que en su momento la propia autora ejecutó sobre ellos, hoy son perfectamente complementarios con los nuevos que se están editando poco a poco. Tampoco debemos omitir la lectura del llamado Diario de infancia, que comprende los años 1914-1918 y del Diario de adolescencia, que comprende los años 1919-1920 y que son clave para entender la frustración de Anaïs cuando se siente abandonada por su padre, y tiene que trasladarse por vez primera a los Estados Unidos.
El primer volumen comienza en 1931, en Louveciennes, lugar ubicado cerca de París, donde el matrimonio formado por Anaïs Nin y Hugh Guiler había decidido residir al ser trasladado Hugh a la sede parisina del First National Bank. En los años siguientes 1932 y 1933, Anaïs nos va describiendo en este primer Diario su evolución y progresivo crecimiento interior como mujer, además de brindarle al mundo, como afirmó en su momento un prestigioso crítico “uno de los más extraordinarios diarios de la historia de la literatura”, y es que en él aparecen sus encuentros con Antonin Artaud, Henry Miller, Michael Fraenkel, entre otros, al igual que los psicoanalistas Otto Rank y René Allendy que tanto la ayudaron a descubrir los altibajos y las inmensas posibilidades del psicoanálisis.
El segundo tomo (1934-1939), corresponde básicamente al periodo en el que Anaïs Nin ha optado por trasladarse a Nueva York, para continuar tanto su psicoanálisis como su relación con Otto Rank. En Nueva York se encuentra de nuevo con Henry Miller, acontecimiento que se produce justo en el momento en que su relación con Rank estaba prácticamente rota. Nada la retiene ya en Nueva York, lo que unido a su ansia por escribir de nuevo, provoca que decida volver al París de su “vida romántica”, de donde tendrá que marcharse a causa de la eminente Segunda Guerra Mundial, despidiéndose definitivamente de un modelo de vida que jamás volvería a ser igual. Incesto: Diario Amoroso continúa y complementa el relato iniciado con la publicación de Henry y June, y que  cierra con Fuego el periodo de octubre de 1932 hasta marzo de 1937, completando las exclusiones que en su día hizo Anaïs Nin de los dos primeros tomos de sus Diarios. Si en Henry y June, Anaïs explica detalladamente su relación tanto sentimental como sexual tanto con Henry Miller como con June, en Incesto se adentra en el reencuentro con su padre, el famoso pianista y Don Juan, divorciado de su madre, que había sido precisamente el impulsor de que Anaís iniciara su posteriormente famosos Diarios. Nin nos descubre en Incesto como, a instancia de Otto Rank, decide seducir a su padre y luego rechazarlo como castigo por haberla abandonado siendo niña, planteando con tan singular “juego” uno de los más interesantes e intelectuales debates que se han narrado en la literatura moderna. Al mismo tiempo la seducción que ejerce Nin sobre su padre nos da una visión psicológica del comportamiento real que pueden tener las relaciones entre un padre y una hija sin utilizar la ficción en ese caso, y pudiendo analizar, o mejor aún, psicoanalizar los efectos posteriores de la ruptura de un tabú tan temido como es el incesto. En Fuego, tercer tomo aparecido hasta el momento como complemento a los primitivos diarios, Nin continúa explicando su relación amorosa con Henry Miller y con el Dr. Otto Rank, siendo precisamente con este último con el que inicia lo que Anaïs Nin denomina una ruptura inevitable y la búsqueda del “hombre que me libere de todos ellos” – incluye a Hugh, su marido, que también está dentro de sus “dependencias afectivas” -, y así aparece Gonzalo Moré (1897-1966), artista peruano, nacido a orillas del lago Titicaca y que tendrá amplio protagonismo en el corazón de Anaïs Nin en su retorno a París.
El tercer tomo comprende el periodo de 1939-1944, y es el que corresponde a su segundo destierro obligado a Nueva York, curiosamente ofreciendo un paralelismo emocional al que sintió cuando tuvo que vivir en los Estados Unidos en su infancia tras el abandono de su padre. Este periodo de tiempo en los Estados Unidos es fundamental en la vida de Anaïs Nin para abrirse camino como escritora, llegando incluso a tener su propia imprenta y editorial. No obstante pese a que logra editar parte de su obra de “ficción”, Anaïs Nin vive inmersa en una lucha de su yo, la feminidad, la neurosis, la libertad, las relaciones y la confluencia del arte y la vida, que la hacen escribir: “… de que lo que quiero y busco es utópico, engañoso…Pero a mí me interesa lo que debería ser y no lo es…Entre ambas posiciones existe una soledad que me consume”. Anaïs se queja amargamente de conocer solamente hombres que son “simples, unidimensionales”, de espíritu mezquino y con absoluta falta de color en sus vidas. Son según escribe Nin “prosaicos, de parcas ideas, discuten siempre de política y no dedican un instante al mundo de la música y del placer; nunca se sienten libres del peso de los problemas cotidianos, jamás están alegres ni tampoco eufóricos; parecen hechos de cemento y acero, o bien se asemejan a caballos de tiro, mostrando indiferencia por sus cuerpos; están siempre obsesionados por el poder”. Anaïs termina refugiándose entre gente joven con la que se identifica más, y con la que puede mostrarse aún como una persona abierta y no acabada, lejos de la rigidez y la falta de vitalidad que ofrece el mundo adulto. Este periodo le sirve también a  Anaïs para alejarse de los “niños” que cuidaba con tanta dedicación - Henry Miller y Gonzalo - probablemente porque también con la edad éstos habían empezado a perder una parte de la vitalidad que les había caracterizado a los ojos de la inquieta Nin, “Busco la armonía. Si no la encuentro, me marcho a otra parte”.
El cuarto tomo (1944-1947) continúa la época que iniciaba en los Estados Unidos en su anterior Diario, y poco se puede añadir ya, que no esté mencionado anteriormente, y que sirve igualmente como comentario para los tres restantes Diarios que se publicaron hasta 1974 tres años antes de su muerte. Dejando aparte la continuidad a la búsqueda de una relación más personal con las cosas y los seres, estos Diarios son una crónica de cómo Anaïs percibe la sociedad norteamericana y como finalmente a partir de los años sesenta ve publicados los primeros Diarios. Igualmente es muy interesante poder leer en estos últimos tres Diarios sus peripecias en diferentes países para publicar las primeras ediciones “profesionales” de sus obras de ficción, no editadas por ella misma. Estas obras calificadas como “ficción” son, en su mayoría,  - exceptuando Pájaros de Fuego y Delta de Venus - relatos eróticos escritos por encargo así como, básicamente, una extracción novelada de las vivencias que Nin va dejando escritas en sus Diarios, y que ante la imposibilidad de publicarlos tal como sucedían, citando nombres y situaciones concretas, los utiliza narrativamente en esta otra obra de ficción. Poco a poco y en la medida que el lector va cotejando libros como “Una Espía en la Casa del Amor”, “La Seducción del Minotauro”, “La Casa del Incesto”, “Hijos del Albatros”, “Corazón Cuarteado”, “En una Campana de Cristal”, “Invierno de Artificio”, con los Diarios correspondientes a los tres primeros Tomos publicados 1931-1934, 1934-1939 y 1939-1944, va encontrando a los verdaderos personajes que de la ficción pasan a la realidad con nombre propio. Al día de hoy podemos acceder a la lectura sin censuras de sus Diarios más íntimos tales como el correspondiente a “Diario Amoroso (1932-1934)”, “Incesto” y “Fuego”, aparte de una edición completa también sin censurar de la correspondencia entre Henry Miller y Anaïs Nin titulado “Una Pasión Literaria (1932-1953)”. Es, por tanto, completamente accesorio leer cualquiera de las obras de ficción anteriormente citadas, ya que insistimos en ello, son simplemente retazos novelados de sus Diarios. A diferencia del interés con el que Anaïs nos cautiva con sus Diarios, la obra de ficción teniendo como protagonistas a los mismos personajes, se convierte a veces en aburrida, sobre todo por la falta de un estilo definido y coherente. En algunos casos la intencionalidad de Nin por abundar en el psicoanálisis de los personajes, dificulta la comprensión de la narración llegando a veces a resultar surrealista, por no decir farragosa, la lectura de ciertas partes de esta obra de ficción. Valoración aparte merecen los llamados relatos eróticos, que si bien hoy son claramente inofensivos desde todos los puntos de vista, no ocurrió así cuando fueron publicados, sufriendo más o menos los mismos avatares de la censura que las obras de Henry Miller, esto es, persecuciones y retirada de los puntos de venta en muchos países. Al margen de las absurdas situaciones que creaba la censura sobre toda obra que tocara el sexo como punto de referencia, los relatos que aparecen en “Delta de Venus” y “Pájaros de Fuego” tienen un estilo ágil y bien estructurado, tanto en la técnica como en el argumento narrativo, siendo ambos libros de lectura agradable y, por tanto, muy recomendables. Más recomendable aún si cabe, es un libro de ensayos titulado “Ser Mujer” – obra que en su origen se tituló “Collages” – que Nin publicó por los años sesenta, y que, en cierto sentido, nos refleja y nos expone con gran claridad lo que pensaba sobre el sentimiento de ser mujer, sobre todo en una sociedad y en una época como la que le tocó vivir eminentemente machista en todos los órdenes, y que además en su caso estaba claramente marcada por la figura de un padre con el que había mantenido relaciones incestuosas.
Dejando aparte la obra de Anaïs, no se puede omitir la importancia que tiene su persona en el París de entreguerras, tanto como musa de algunas de las más importantes figuras del mundo literario, como del ambiente psicoanalítico de la época, al igual que su incidencia sobre ciertos sectores del ambiente neoyorquino correspondiente a los años cincuenta-sesenta dentro de lo más selecto de la cultura y del arte. Posiblemente, dejando al margen la importancia que tienen los Diarios desde un punto de vista literario, es un hecho que la propia Anaïs tiene en sí misma una importancia singular sobre todo en la vida de algunas figuras del mundo literario, su apasionada relación con Henry Miller es siempre la que más destaca, la que más ríos de tinta ha consumido, la que más elucubraciones suscitó sobre todo por su naturaleza sexual, hasta que finalmente con la publicación del Diario “Fuego” se pudo constatar que hubo sexo y no precisamente recatado, sino con toda la intensidad y la pasión que ambos pudieron poner en la práctica. Este conocimiento de su vida sexual que nos posibilita profundizar en la figura de  Anaïs Nin, a través de los Diarios que se van editando posteriormente a su fallecimiento, es a mi entender tan valioso como su propia vida literaria, y si resalto este hecho es porque teniendo en cuenta la controvertida polémica que ha levantado recientemente Catherine Millet publicando su libro autobiográfico “La vida sexual de Catherine M.” dónde describe con toda naturalidad sus promiscuas aventuras sexuales, con todo lujo de detalles, podemos imaginarnos la “bomba literaria” que habría sido en los años treinta por ejemplo, publicar los Diarios de Nin sin ninguna censura en los pasajes más tórridos de sus encuentros sexuales, sobre todo, si a esto se le añade la relevancia e importancia de algunos de sus partenaires, cosa que no sucede en el de C.Millet, dónde todos sus personajes aparecen escondidos en el más impune anonimato. Según cita de Françoise Giroud, crítico literario del periódico L’Express, desde hace cincuenta años de la publicación de Histoire d’O, la obra maestra de la novela erótica firmada por una mujer largo tiempo disimulada bajo el nombre de Pauline Réage, no se había publicado nada tan explosivo como el libro de Caherine Millet. “Nadie, ningún escritor ha jamás revelado su relación con la sexualidad con esta precisión de relojero” dice literalmente F. Giroud. Sin entrar en polémicas, creo también que, sin restar importancia al valor que ha tenido Catherine Millet, sobre todo teniendo en cuenta su posición social dentro del ámbito de la cultura francesa - es directora de la prestigiosa revista “Art Press”, el mensual de mayor prestigio sobre arte contemporáneo, además de autora de diferentes ensayos, y comisaria de la sección francesa de la Bienal de Sao Paulo, en 1989, y comisaria del Pabellón Francés en la Bienal de Venecia, en 1995 - de escribir este libro, poco por no decir nada aporta a conocer mejor la personalidad femenina, cosa que a mi entender sí sucede ampliamente con Anaïs, dónde sus descripciones sexuales nos muestran el más puro y profundo sentimiento de una mujer al margen del propio hecho sexual como tal. Sin buscar analogías, hubiera sido interesante conocer qué hubiera sucedido si al igual que en el mencionado caso de Catherine Millet, a la que su marido fotógrafo de profesión ha inmortalizado con una excelente edición en formato de libro lleno de innumerables desnudos, cada cual más atrevido, se hubiera editado en la época un libro de desnudos de Nin, que dicho sea de paso los hay y bastante buenos por cierto. Polémicas aparte sólo he querido, mencionando el tema de Catherine Millet, exponer el escándalo que se habría desatado si en su momento se hubiesen editado los Diarios con las descripciones tan explícitas que Nin hace de sus encuentros sexuales con Miller o incluso su propio padre, es más,  creo que al día de hoy no deja de ser chocante que prácticamente la totalidad de críticos que “aparentemente” han leído los nuevos Diarios sin censurar que están apareciendo, no le presten la más mínima atención a un tema tan polémico, a la vez que oscuro, como es el incesto.
Otro aspecto a destacar sobre Nin, es su dedicación al estudio y al conocimiento práctico del psicoanálisis durante varios años, en los que incluso llegó a ejercer como psicoanalista tanto en Francia como en su estancia en los Estados Unidos. Su relación con Rene Allendy y Otto Rank propició que accediera a unos conocimientos que estaban en ese momento en plena gestación como nuevo cuerpo doctrinal de la psicología del ser humano, no debemos olvidar que por aquellos años Freud y sus discípulos (el propio Otto Rank lo había sido) estaban en plena elaboración y revisión de las teorías psicoanalíticas. Nin también mantuvo un amplio intercambio de estos conocimientos con sus amigos escritores, Miller en su correspondencia con Durrell menciona en alguna ocasión opiniones al respecto, al igual que Durrell hace lo propio, sería por ello interesante que de forma similar a lo que se está haciendo con los pasajes censurados sobre el sexo, se pudiese acceder a nuevas ediciones completas, dónde aparecieran las partes no publicadas de los Diarios en los que Nin describe tanto sus opiniones sobre el psicoanálisis como los comentarios clínicos de sus pacientes, sobre todo, si tenemos en cuenta que Nin forma con Lou-Andrea Salomé, Marie Bonaparte, y Anna Freud, la avanzadilla femenina en este campo de la controvertida doctrina psicoanalítica.
Leyendo detenidamente la obra de Nin resulta obvio que progresivamente se fue alejando de las influencias que en su momento pudieron ejercer los años pasados con Henry Miller. Sus Diarios van evolucionando pasando de un tono confidencial y compensatorio al principio de su juventud, a una dirección encauzada más a comentar los hechos y acontecimientos que van acaeciendo en su entorno, sin perder el optimismo aún incluso ya lejos de París que por ese tiempo empezaba a sucumbir a la terrible ocupación nazi y pese a la tragedia que se vivía en Europa, dando también paso a una escritura más objetiva, lejos del pesimismo inicial que se puede apreciar en los primeros Diarios e incluso en algunas de sus denominadas obras menores. De esta forma es evidente que Nin fue poco a poco madurando y “deshaciéndose” de sus fantasmas afectivos.
La escritura de Nin se halla bastante lejos de la de Miller quien partiendo de hechos reales, amplifica, y exagera con la imaginación hasta llevar los hechos reales a la ficción y el mito. Contrariamente Nin sólo pretende narrar la cruel realidad, con la mayor fidelidad posible, desde el documento que compone con sus Diarios de la vida, experiencias y sentimientos y realidades afectivas de su entorno. Nin logró a la vez ser plenamente consciente de vivir, y ser capaz de formular al mismo tiempo una gran obra literaria, desde la realidad de lo que se vive, se siente y se vivencia sin tener que deformar ni detener lo que está viviendo en ningún instante.
Es muy recomendable para entender la grandeza con la que esta mujer tan singular afrontó los últimos años de su vida, pararse a leer detenidamente la correspondencia que se ha publicado de Durrell-Miller del período 1935-1980, dónde se pone de manifiesto en las cartas que Miller le dirige a Durrell la gran entereza con la que Anaïs se enfrentó no sólo a su enfermedad sino a su propia muerte. De igual manera se puede apreciar en estas lecturas la fidelidad que hasta el último momento mantuvo Nin con los viejos camaradas de París, pese incluso a las largas separaciones y quizás lo más importante de todo, las grandes diferencias de criterio que el tiempo y la evolución fueron imponiendo en el pensamiento y maduración individual de cada uno de estos personajes.
Bibliografía en español:
(DIARIOS)

DIARIO DE INFANCIA (1914-1918)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO DE ADOLESCENCIA(Enero 1919-Junio 1920)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO I (1931-1934)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO II (1934-1939)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO III (1939-1944)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO IV (1944-1947)
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1987

DIARIO V (1947-1950)
Editorial Bruguera. Barcelona 1979

DIARIO VI (1950-1956)
Editorial Bruguera. Barcelona 1982

DIARIO VII (1956-1974)
Editorial Bruguera. Barcelona 1982

HENRY Y JUNE
Editorial Plaza y Janés. Barcelona 1984

INCESTO
Editorial Siruela. Madrid 1995

FUEGO
Editorial Siruela. Madrid 1996

(NOVELAS Y ENSAYOS)

DELTA DE VENUS
Editorial Bruguera. Barcelona 1978

HIJOS DEL ALBATROS
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1979

PAJAROS DE FUEGO
Editorial Bruguera. Barcelona 1979

CORAZON CUARTEADO
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1980

LA SEDUCCIÓN DEL MINOTAURO
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1981

ESCALERAS HACIA EL FUEGO. UNA ESPIA EN LA CASA DEL AMOR
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1982

EN UNA CAMPANA DE CRISTAL. INVIERNO DE ARTIFICIO
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1982

LA CASA DEL INCESTO
Ediciones Grijalbo. Barcelona 1983

SER MUJER
Editorial Debate. Madrid 1985





(CORRESPONDENCIA)

UNA PASIÓN LITERARIA. CORRESPONDENCIA DE ANAÏS NIN Y HENRY MILLER (1932-1953)
Editorial Siruela. Madrid 1991

Bibliografía en español sobre Anaïs Nin:

ANAÏS NIN. DESNUDA BAJO LA MÁSCARA
Autor: Elisabeth Barille
Editorial Espasa Calpe. Madrid 1993

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