HENRY MILLER: EL CIRCULO PARISINO - CAPITULO 3 (COPY: JAVIER PARRA)
Lawrence Durrell
(27/2/1912 – 8/11/1990)
Novelista y poeta británico, nació el 27 de febrero de 1912 en la India. Junto con su familia, tuvo que trasladarse a Inglaterra después de la prematura muerte de su padre – ingeniero de profesión - acaecida en 1928. Lawrence Durrell era el primogénito, siendo su hermano el conocido escritor naturista Gerald Durrell. En los años treinta se inició en la poesía y en la narrativa, alcanzando su primer éxito en el año 1938, con la publicación de su novela autobiográfica, escrita en París, “ El Cuaderno Negro”. Por aquella época cayó en sus manos un ejemplar del libro de Henry Miller “Trópico de Cáncer”. Lo encontró tirado en unos aseos públicos y la curiosidad le obligó a recogerlo y leerlo, descubriendo de esa forma tan inusual a quien sería su mejor mentor, maestro y amigo hasta su muerte, como se puede constatar con la lectura de la correspondencia que ambos mantuvieron. Probablemente lo mejor que Durrell ha legado a la posteridad, en cuanto a obra literaria se refiere, es el Cuarteto de Alejandría que se basa en gran medida en las experiencias y observaciones de los largos periodos en los que Durrell trabajó como diplomático en el extranjero, principalmente en Grecia, Chipre y Egipto para el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país. Según la biografía que escribió Gerald Durrell, hermano de Lawrence, compuesta de tres tomos “Mi Familia y Otros Animales”, “Bichos y Demás Parientes” y “El Jardín de los Dioses”, sobre la saga familiar, Lawrence habría sido el promotor de que se marcharan a principios de los años treinta a vivir a Corfú, dejando atrás el frío clima de Inglaterra, coincidiendo también por esta época el primer borrador de “El Libro Negro”, según explica el mismo Lawrence en el prólogo de esta primera trilogía de su hermano. Según esta biografía Larry, como se conocía en el entorno familiar a Lawrence, no tenía un carácter fácil. Era irritable e histriónico, despreciaba la ciencia, era caprichoso y se entretenía haciendo imposible la vida familiar con sus constantes antojos como buen niño mal criado que era. Eso sí, ya mostraba un indudable interés por el mundo de los libros como demuestra el siguiente párrafo extraído de “Mi Familia y Otros Animales”: “Una vez acomodado, Larry pasó un día feliz vaciándolos, y su cuarto quedó tan atestado de libros que era imposible entrar o salir de él. Rodeado de murallas de volúmenes por todo el perímetro externo, Larry se pasaba el día allí dentro con su máquina de escribir, sólo emergiendo somnolientamente a las horas de comer…”.
Hasta 1935 Durrell sólo había publicado un opúsculo de poemas bajo el título de “Quaint Fragment” de corte correcto pero nada original, y “Bromo Bombastes”, una sátira sobre G. B. Shaw, que prudentemente había firmado bajo el pseudónimo de “Gaffer Peeslake”, siendo en esta época sus influencias más notables el movimiento de los isabelinos y el poeta, bibliófilo y bohemio, John Gawsworth afincado en Londres. Sin embargo, las cosas cambiaron en la vida de Durrell cuando escribió su primera carta a Henry Miller en agosto de ese mismo año, comentándole que había sentido la necesidad imperiosa de escribirle unas líneas después de haber releído por segunda vez y en poco tiempo “Trópico de Cáncer”. “…Me ha impresionado porque es la única obra de auténtica dimensión humana de la que este siglo puede sentirse realmente orgulloso. Nunca había leído nada semejante, ni había imaginado que se pudiera escribir algo así. Y sin embargo es curioso que, al leerlo, me haya parecido reconocer en él algo para lo que yo sabía que estábamos todos preparados …Trópico da paso a una nueva vida que ha recuperado sus entrañas”. Miller comprende, al recibir estas alabanzas, que por fin había encontrado a su más fiel lector ideal, y no duda en responderle en los siguientes términos: “Es usted el primer inglés que me escribe una carta inteligente sobre mi libro”. Acababa de nacer entre ambos autores una estrecha amistad que duraría hasta la muerte de Miller en 1980. Por otro lado, Durrell había encontrado el “guía” que necesitaba para poder encauzar no solamente su estilo literario sino su propia carrera como escritor emergente, siendo precisamente en 1935 cuando finalmente publica su primera novela “Pied Piper of Lovers”, y prepara la segunda “Panic Spring” que saldría editada en 1937, por la prestigiosa editorial Faber and Faber. Esta segunda novela fue publicada bajo el seudónimo de Charles Norden, seguramente intimidado por su inseguridad y por el temor que aún sentía como novelista amateur. Este seudónimo lo tomó del nombre de uno de los protagonistas que aparecen en Trópico de Cáncer, Van Norden, cambiando el Van por Charles. También le puso el nombre de Van Norden a la barca que tenía en Corfú. A finales de diciembre de 1936 Durrell le comunica a Miller que ya ha acabado lo que sería la primera versión del Libro Negro, admitiendo que es un buen trabajo: “Me asusta lo bueno que es en algunos fragmentos”. Al parecer sus complejos se iban disipando y empezaba a creer en sus posibilidades como escritor, no obstante y con pocos días de distancia, a estos comentarios reconoce en una nueva carta que está volviendo a reescribirlo sobre todo para tratar de “desmillerlizarlo”, ya que al parecer, en esta primera redacción, se nota mucho la fuerte influencia de Miller, y justo es reconocer que aunque Durrell admiraba profundamente a Miller no quería limitarse a ser una simple y barata copia de éste, sino al margen de posibles influencias, adquirir su propio estilo, lo que al fin consiguió, pues después de numerosas versiones en las que se ve aconsejado no sólo por Miller sino también por los comentarios de Anaïs Nin, A. Perles, Fraenkel y algún amigo más, el Libro Negro revela el personal estilo que Durrell daría a sus obras literarias. De esta última versión son memorables las frases que Durrell introduce, valgan como ejemplo las siguientes: “Manda al clítoris a tomar un helado…con aquel aire de malicia con que siempre me imagino a los espermatozoides…Oye, ¿Crees que afectaría a nuestra relación si te la chupara?…”. Este último comentario lo pronuncia en el libro un tal Tarquin, homosexual que acababa de hacer pública su condición como tal. Finalmente en 1938 y dentro de la colección Villa Seurat, que dirigen Miller y Anaïs se edita de la mano de Kahane “El Libro Negro”, coincidiendo con el de Anaïs “Invierno de Artificio” y uno nuevo de Miller “Max y los Fagocitos Blancos”, hecho que da lugar a que Durrell se instale durante un tiempo en París acompañado de su primera mujer, cerca de Miller y Perlès, con los que se embarca en el ambicioso proyecto de editar y dirigir la revista Booster, del American Golf and Country Club, a la que ellos intentarán cambiar dándole un aire más literario. Por desgracia el proyecto no terminó de arrancar nunca satisfactoriamente y Durrell acompañado de Nancy tiene que regresar a Corfú. Entre 1938 y 1939 Durrell y Nancy regresan nuevamente a París visitando Londres de camino, convenciendo a Miller para que, al regreso de ellos a Grecia, se reúna con ellos allí, viaje que por una razón u otra Miller siempre estaba relegando. El veintidós de julio Durrell y Nancy se acercan al muelle de Corfú para por fin recibir a Miller, que llega con la intención de pasar unos días y proseguir después un largo recorrido en el que se ha puesto como meta final conocer el Tíbet. Sin embargo los planes no salieron como los había inicialmente previsto y para empezar, Grecia se convierte en toda una revelación para Miller. Descubre con sorpresa, en contra de lo que siempre había creído – siempre había recalcado su necesidad de ser un habitante exclusivamente de ciudad ajeno a la naturaleza e incluso afirmaba que su alma florecía en los campos de basura – que le encanta bañarse desnudo, al sol de las paradisíacas playas griegas, haciéndose íntimo amigo de los nativos que encuentra en los pueblos y aldeas más recónditos de las islas. En Atenas Henry Miller es adoptado por George Katsimbalis, Theodore Stephanides y George Seferis (narrador, médico y biólogo, y futuro premio nobel respectivamente), personajes que aparecerán tanto en las obras futuras de Lawrence Durrell como del propio Miller, concretamente la historia de este caluroso y agradable viaje daría lugar a la que para muchos es la mejor obra de Miller: “El Coloso de Marusi”.
El día siguiente a la Navidad de 1939 el matrimonio Durrell se despide en Trípolis, en el Peloponeso, una tarde triste y lluviosa de Miller. La separación iba a resultar mucho más larga y decisiva de lo que ambas partes suponían. La Segunda Guerra Mundial no sólo interferiría en la relación de amistad con Miller, ya que éste no tuvo más remedio que regresar nuevamente a los Estados Unidos, sino que obligaría a Durrell a incorporarse en 1940 a la Delegación Británica de Atenas, trabajando para el British Council, para más tarde pasar a depender del Foreign Office hasta 1956, varios años después de acabada la Segunda Guerra Mundial. Estos trabajos le proporcionan bastante material para sus libros posteriores pero, por otro lado, le alejan hasta 1957 de su auténtica vocación literaria, pese a que no dejó de escribir y publicar algunas obras menores. El 25 de Abril de 1941 el matrimonio Durrell acompañado de su pequeña hija Penélope, de un año de edad, abandona Grecia en una arriesgada y rocambolesca huida ante el inminente avance alemán. Llegan finalmente a El Cairo dónde Durrell se incorpora como agregado de prensa del Ministerio del Interior Británico, permaneciendo en esta ciudad hasta 1943, fecha en que se traslada a Alejandría después de separarse de Nancy y de que ésta decida marcharse con la pequeña Penélope a Jerusalén. Durante éste tiempo Durrell publica en Faber and Faber un pequeño libro de poemas, y escribe otro bastante largo titulado “Cities Plains and People” en parte dedicado a exaltar su ajetreada vida. También escribe un libro sobre el paisaje y la geografía de Grecia, concretamente sobre Corfú, que se edita en 1945. En el otoño de este mismo año Durrell es enviado nuevamente a Grecia. Él y Eve, su nuevo amor, se instalan en la Villa Cleobolus. Por este entonces ya tiene organizado mentalmente “The Book of the Dead” embrión del futuro cuarteto de Alejandría. Mientras tanto aparece publicado “La Celda de Próspero” libro en el que Durrell retrata a viejos conocidos como Spiro, Theodore o el viejo doctor Palatioano. En octubre de 1945, según refleja una carta escrita a Miller, le informa sobre otro libro que tiene acabado y que según él tiene un objetivo doble: ganar algo de dinero y recuperar nuevamente el ritmo de la escritura, se trata de Cefalú ( años después reeditado con el nombre de “El Laberinto Oscuro”) un libro según Durrell “lamentable, con algunos breves momentos lúcidos y una o dos líneas buenas, he elegido deliberadamente una fórmula de novela barata y estoy tratando de decir cosas urgentes en pequeñas dosis, a través de unas siete personas que son más o menos los personajes que aparecen”. Personalmente no estoy en absoluto de acuerdo con esta dura crítica que Durrell hace de su obra. Aunque evidentemente no es comparable al propio Cuarteto de Alejandría, sí es cierto en opinión de numerosos críticos y de mí mismo, que se trata de una de las obras de Durrell que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo, aunque hay que reconocer, por otro lado, que se trata de uno de los libros más desconocidos de toda la producción literaria de Lawrence Durrell, pese a su indudable calidad.
En mi opinión existen varias claves para detectar un buen libro, concretamente hay dos que son fundamentales para descubrir si estamos ante una novela, ensayo, poesía o cualquier otro género literario que merezca el adjetivo de imprescindible. La primera clave consiste en releer, pasado un periodo de tiempo no inferior nunca a diez años, incluso a ser posible más próximo a veinte. La segunda es comprobar como ha encajado el paso del tiempo. Ambas claves son complementarias ya que si comprobamos que en la nueva lectura después de diez años vuelve a engancharnos, es seguro que nos encontramos ante un buen libro, y si además al terminar su lectura hemos descubierto que nos ha aportado nuevas cosas, sin lugar a dudas el libro en cuestión no sólo ha resistido el paso del tiempo sino que aún conserva frescura para seguir sorprendiéndonos con nuevas aportaciones y reflexiones. Pues bien, algo de ésto suele suceder con la relectura de algunos libros de Durrell, entre los que se encuentra el anteriormente citado “Cefalú o el Laberinto Oscuro”. En esta obra Durrell nos lleva de la mano de una expedición de turistas al famoso laberinto de Creta, mostrándonos que lo que en apariencia es sólo una agradable visita a las cuevas, se convierte por el azar en la crónica de diferentes muertes, cambios de perspectiva y transformaciones al menos sorprendentes en los personajes protagonistas de la obra. De forma completamente diferente a su querido maestro Miller, Durrell construye en Cefalú una novela de corte completamente clásico, ya que consta de argumento y presentación de personajes, que viven antes de configurar el núcleo central de la obra otras experiencias, es decir, tienen un antes, van a tener un durante como protagonistas de su propia tragedia en el laberinto y un después en el caso de aquéllos que logran sobrevivir, si es que realmente se puede argumentar que sobreviven. En este libro Durrell, a través de sus personajes, aprovecha para introducir un tema que le apasionaba: el ocultismo. Fearmax uno de los protagonistas no sólo es un medium capacitado para contar sus experiencias en el más allá, sino que además se nos muestra como un erudito conocedor de lecturas tales como “La Rama Dorada”, “El Libro Egipcio de los Muertos” o el trabajo de Panfrey sobre la oración y otros más que estudian las diferentes teorías de Ouspensky, Hotchkiss, Swedenborg entre otros. Pero no sólo es el ocultismo el amplio conocimiento que Durrell transmite a través de sus personajes, sino que materias como el arte aparecen cuestionadas. Un ejemplo de ello lo encontramos en boca del extravagante pintor Campion, quien no ve clara la validez del mecenazgo como vía para darse a conocer, ya que, según él, impide al artista ser reconocido por su talento. Otros personajes aportan reflexiones sobre temas más mundanos como la relación de pareja o la crisis existencial que provoca la pérdida de un ser querido, descubriéndonos que en estos asuntos, al igual que en otros parecidos, no existen grandes diferencias con el paso del tiempo ni con las diferentes generaciones. Aparte del interés que tienen para cualquier lector las reflexiones que Durrell pone en boca de sus personajes, otra característica muy interesante en este libro es la descripción del paisaje y la geografía en la que se mueven los protagonistas, que aquí sí, a semejanza de Henry Miller en el Coloso de Marusi, nos hace ver y sentir, con un detalle casi fotográfico, la isla de Creta.
Otra característica de Cefalú es que es una novela que crea un clima de suspense del mejor género de misterio hasta la última página, y es que Durrell logra mantener la intriga en el lector por conocer el desenlace final que el destino deparará a alguno de sus personajes, incluso nos plantea si realmente existe el famoso laberinto en el que habita el no menos mítico Minotauro, ¿Es una leyenda o realmente se trata de un hecho histórico? Sólo al final de la lectura tendrá el lector todas las claves para conocer la verdad del misterioso viaje turístico. Durrell, por otro lado, también nos desvela al final, en una nota de autor, como construyó y se inspiró para crear Cefalú.
A finales del año 1947 Durrell es enviado como lector del British Council a Córdoba, Argentina, lugar en el que conseguirá buenos y leales amigos, aunque el país no será del agrado de Durrell, ya que lo encuentra opresivo y con enormes distancias para desplazarse de un lugar a otro. Un año más tarde regresa nuevamente a Inglaterra pensando que el Council le enviará a Grecia o a Francia, pero el destino vuelve a jugarle una mala pasada: esta vez es enviado como jefe de prensa a la embajada británica en Belgrado, lugar que Durrell califica como “centro de barbarie sólo comparable al cenit de los bárbaros”. A pesar del reconocimiento oficial (se entrevista con el mariscal Tito y desempeña un papel importante durante la visita de sir Anthony Eden), y de la inyección de energía que le proporciona su estancia de un mes en Ischia con Zarian, su amigo de los viejos tiempos de Corfú, Durrell se siente aún incapaz de poder escribir en Belgrado, hermosa ciudad pero que está oprimida por el terror comunista, de la misma forma que tampoco encontró ninguna inspiración en las agrestes y áridas llanuras de Córdoba. “A Key to Modern Poetry”, ensayo basado en una conferencia que dio en Argentina y el drama “Sappho” son las únicas producciones literarias que Durrell realiza durante esta época. En 1950 nace su hija Sappho en Oxford y en 1952 Durrell está planteándose dejar definitivamente el trabajo que realiza para el Ministerio de Asuntos Exteriores y volver a retomar su apartada carrera como escritor. Para este objetivo planea concienzudamente el año 1953, y abandona el cargo que ocupaba hasta ese momento en la secretaría de prensa en Belgrado, calculando que tiene ahorrado suficiente dinero para adquirir una casa en Chipre y pasar este año 1953 dedicado únicamente, por fin, a escribir y retomar su postergado proyecto “The Book of the Dead”. Sin embargo las cosas empiezan a torcerse y a no salir como Durrell las había planeado inicialmente, pues precisamente antes de salir de Yugoslavia Eve sufre una depresión y tiene que ser trasladada a Inglaterra para su tratamiento. Después de que los médicos le aseguran que Eve no mejorará con su presencia en Inglaterra, decide instalarse en Chipre con su hija Sappho. Durrell compra la casa cerca de la abadía de Bellapaix, compra e instalación que da lugar a una dramática narración que Durrell publica posteriormente con el nombre de “Limones Amargos”. Los imprevistos gastos que le ocasiona la reparación de la casa así como el tratamiento de Eve en Inglaterra consumen rápidamente los ahorros de Durrell y éste no tiene otra opción que ponerse a dar clases a un grupo de chicas de sexto grado en Nicosia, con lo que su ansiado proyecto de dedicarse únicamente a la escritura tiene nuevamente que ser aparcado. En abril de 1954 Eve recuperada de su crisis se traslada a vivir con Durrell y la niña en Chipre, sin embargo esta aparente tranquilidad familiar se ve nuevamente truncada por el estallido de las hostilidades políticas en Chipre, debidas a la campaña que inician los grupos nacionalistas partidarios de la unión con Grecia, motivo por el que Eve y la niña tienen que regresar a Inglaterra y Durrell cerrar su pequeña casa turca, aunque permanece en Nicosia desde donde le cuenta en una carta fechada en noviembre de 1955 a Miller: “Casi he terminado mi segunda novela. Recordarás que cuando hice el Libro Negro pensaba escribir tres novelas verdaderas: la juventud, la madurez y la vejez. Bien pues en medio de todo este estruendo y esta mortandad, estoy escribiendo un libro titulado Justine, acerca de Eve y de Alejandría antes de la guerra, me parece que es muy bueno. Habrá que esperar para saberlo. Es probable que este año me divorcie de Eve y me vaya a vivir una temporada a la mezquita…”. Después de esta declaración de intenciones que le hace a Miller, Durrell sigue escribiendo y finalmente acaba Justine. En otro orden de cosas intenta recuperar su afligido ánimo tras la separación ya definitiva de Eve, y conoce a Claude, una joven francesa que se dedica como él a la escritura y con la que en el verano de 1956 se traslada a Inglaterra, donde residirían hasta febrero de 1957, fecha en la que se instalan en la pequeña ciudad medieval de Sommières, en Francia. Durante la estancia en Londres corrige las galeradas de Justine y entrega a la editorial su libro sobre Chipre “Limones Amargos”. Aparte ve publicado también “Águilas Blancas sobre Serbia” (amarga crónica de su estancia en el país yugoslavo) y “Esprit de Corps”. Por fin parece que empieza a levar anclas su varada carrera como escritor y de pronto se encuentra en una situación contra la que Miller había intentado prevenirle desde hacía mucho tiempo: Durrell se convierte en un personaje público muy solicitado, asediado por editores que le ofrecen contratos, por periodistas y equipos de televisión, por turistas curiosos y los inevitables amigos que se acercan cuando alguien triunfa en algo. Durrell se refugia del acoso de la gente, escribiendo frenéticamente artículos para la revista Holliday y sobre todo en la redacción de los dos segundos libros del Cuarteto de Alejandría, Balthazar y Mountolive, que aparecerán publicados a lo largo de 1958. También se impone la ardua tarea de seleccionar una muestra representativa de la obra de su amigo Miller que aparecerá editada como “Lectura de Henry Miller”, libro en el que el propio Miller colabora con Durrell sugiriéndole los textos que a él le gustaría que aparecieran en la selección, aparte de cederle una sustanciosa parte de los derechos de autor, como le dice en una carta en agosto de 1958: “…no te quedes con el orgullo y el honor, piensa en toda tu prole…y en tus ex - esposas…, y en los futuros viajes. Hay más que suficiente para todos”. La generosidad de Miller como podemos apreciar no había sido erosionada por los años ni por el éxito, seguía intacta, sin fisuras y demostrando como queda patente en este fragmento de carta, que él sigue creyendo en la amistad inquebrantable.
Otro proyecto al que se entrega Durrell por esta época es el inicio de una correspondencia con Alfred Perles que tiene como objetivo clarificar la opinión que ambos tienen de la escritura de su común amigo Henry Miller y explicar las conclusiones a los lectores de este último. Este intercambio epistolar entre Durrell y Perles pronto se vería aumentado con la inesperada incursión de Miller, quien al enterarse del proyecto no soportó quedar al margen del asunto y les envió una carta de ocho páginas hablando de sí mismo y de su obra. Estos intercambios, incluido el tour de force epistolar de Miller, se publicarían años después con el título de “Art and Outrage”.
El 9 de diciembre de 1957 Lawrence Durrell recibe el prestigioso premio Duff Cooper Memorial en ceremonia privada en Hyde Park Gate, dónde aparte de hacerle entrega de un ejemplar de Old Men Forget de Lord Norwich (antes sir Alfred Duff Cooper) le dieron un cheque por valor de doscientas libras. El premio lo concede anualmente un selecto comité de uno de los colegios de Oxford, en el año 1957 Durrell recibió una breve y amable carta dónde se le indicaba que le habían concedido, por su libro sobre Chipre, el mencionado premio. Lo que Durrell ignoraba es que sería la Reina Madre nada menos la encargada de entregarle en mano el premio.
A finales de 1958 Durrell y Claude se trasladan nuevamente, esta vez a El Mazet Michel, una casa de campo situada a las afueras de Nimes. El Mazet Michel se alzaba en una ladera suavemente inclinada, en medio de olivos retorcidos por la escarcha, tomillo silvestre y abundante naturaleza en su alrededor. Un camino desigual, sin asfaltar cuando se trasladaron a vivir allí, serpenteaba durante un kilómetro hasta la carretera de Engances, encontrándose Nimes a solo un kilómetro de distancia. En esta casa Durrell y Claude invierten los beneficios que perciben por los derechos de autor de sus libros, convirtiéndola en la guarida ideal para una pareja de escritores aficionados a la bebida. Claude se convierte en la primera mujer que entiende perfectamente las necesidades de Durrell, prepara exquisitas comidas, controla a los niños durante las vacaciones, transcribe sus libros y además completa las restantes necesidades del egocéntrico y caprichoso compañero de viaje sentimental. Juntos viajan a Hamburgo para el estreno triunfal de Sappho, que dirige el conocido director teatral Gustaf Gründgens y que tiene como primera actriz a Elisabeth Flickenschildt, del Deutsches Schaupielhaus, siendo otros actores participantes Maximilian Shell y Ulrich Haupt. La obra se estrenó el 22 de noviembre de 1959. Durante este año también se reúnen en Francia Durrell, Miller y Perles acompañados de otros viejos amigos. Después del éxito obtenido con Sappho, Durrell se anima con el drama y escribe una obra con el nombre de “Acte” con el objetivo de que la dirección de su puesta en escena corriera a cargo de Gustaf Gründgens, la cual fue representada a finales de 1961 en Hamburgo. En 1963 Durrell escribe “An Irish Faustus” para que Gründgens, que hace gala continuamente de un porte satánico, pueda representar el papel de Mefisto. Pero Gründgens muere antes del estreno de la obra, teniendo que ser finalmente puesta en escena por Oscar Fritz Schuh en el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo. Durrel no volvió a escribir más dramas, pero sí intentó un guión para el cine: Judith, papel que crea especialmente para la diva Sofía Lóren. Se desplaza a Israel para el rodaje de la película y queda tan impresionado por la inteligencia y sensibilidad de la actriz que decide reescribir nuevamente el guión, con el fin de adaptarlo a la nueva visión que ésta le ha transmitido del personaje. Después del espectacular éxito que va teniendo en diferentes países el Cuarteto de Alejandría y de la satisfacción de ver publicadas y sobre todo representadas sus obras de teatro, Durrell disfruta por primera vez de su naciente popularidad, y de una bonanza económica que le permite dedicarse a otros menesteres ajenos a la propia escritura. Con la ayuda de Nadia Blokh y de la fotógrafo Mary Mollo, una vieja amiga de sus tiempos de Rodas, el 6 de marzo de 1964 Durrell presenta en sociedad sus gouaches en una exposición individual en la Galería Connaître de París, aunque oculta su auténtica identidad bajo el pseudónimo de Oscar Epfs. Durrell ha estado pintando desde los años treinta reconociendo, en una conversación con Marc Alyn, que Miller ha sido su maestro y mentor: “Miller me enseñó a pintar obras maestras. Su técnica es la siguiente: se pinta un caballo, una mujer o cualquier mierda por el estilo; luego se va al cuarto de baño y se pone bajo el grifo abierto; ¡Y está lista la obra maestra!”. Después de haber sufrido innumerables años de carencia económica Durrell decide darse varios lujos y se compra un microbús Volkswagen, una Zodiac hinchable y una potente fuera borda, y con estos caprichos sale de Brindisi en dirección a Grecia, aprovechando el viaje para escribir una serie de artículos en la revista Holliday entre los que se encuentran “Oil for the Sain” y “Return to Corfu”. También sigue escribiendo el viejo proyecto de 1961 que se titula “The Placebo” y que se trata de material para una novela cómica, sin embargo, este proyecto nunca llegó a terminarlo a su entera satisfacción, y nunca se publicaría, ahora bien con el tiempo aparecieron algunos fragmentos en Tunc. Durante el verano de 1966 Durrell y Claude abandonan el amado, aunque rústico y poco espacioso hogar de Mazet Michel para trasladarse a una casa algo más cómoda en Sommières, situada entre castaños y sauces. Una mansión fin de siglo de tres plantas, de aspecto siniestro, con una buhardilla y la curiosa inscripción “Mme. Tartes” sobre el dintel de la puerta. La tranquilidad que tanto Durrell como su compañera Claude buscaban encontrar en este nuevo hogar duró poco y en el año 1967 la tragedia acaeció en el entorno de la pareja con la prematura muerte de Claude; óbito que sucedió el día de año nuevo en un hospital de la ciudad de Zurich. El golpe es tremendo, unos días antes de fallecer Claude los médicos le habían estado hablando a Durrell de forma optimista sobre una infección por bacterias fácilmente curable, sin embargo la realidad era muy diferente, Claude tenía un cáncer de pulmón en fase terminal. A cualquier otra persona este golpe la hubiera hundido emocionalmente, pero sin embargo Durrell tenía una capacidad asombrosa para sobreponerse a los golpes del destino, e incluso aprovechaba las tragedias en favor de su obra literaria. Con el Cuarteto de Alejandría, y especialmente con las obras escritas tras la muerte de Claude, la sombra de la muerte confiere a su obra un tono de seriedad que desmiente la carcajada y la aparente ironía que destilan algunas obras de Lawrence Durrell.
Justine, la novela que inicia el Cuarteto de Alejandría, es una puesta en escena para interesar al posible lector en la vida y miseria de unos personajes que según pasan las páginas, nos van mostrando sus aciertos y errores a través del agudo perfil psicológico que el autor va realizando de ellos. Son personajes llenos de inteligencia con un discurso intelectual, con una capacidad verbal fuera de lo corriente ya que con sus palabras son capaces de enamorarnos y de hacernos sufrir, de odiar a la vez que nos hacen sentir por los hechos que acontecen en sus vidas. Son también personajes que reflexionan sobre la existencia del ser humano en la Tierra, sobre el origen de la vida y sobre el origen de las religiones, e incluso se plantean si es necesario creer en Dios para trascender después de la muerte. “…Hace falta una inmensa ignorancia para acercarse a Dios. Me temo que yo siempre he sabido demasiado.” Este comentario pertenece a uno de los personajes de Justine. Sin embargo, no solamente aprendemos a reflexionar sobre filosofía con la lectura de este cuarteto, Durrell también nos muestra la belleza geográfica de una ciudad tan hermosa como lo pudo ser en su día Alejandría. Es obvio que no se trata de una Alejandría real, ni siquiera de una Alejandría perteneciente a otra época. Es una Alejandría que nace de la imaginación de los propios protagonistas, que crean una ciudad irreal, donde a veces el sueño convive con la realidad partiendo siempre de que la realidad haya sido alguna vez igual a la que describen los protagonistas. “…Había cesado de llover y la tierra húmeda exhalaba el delicioso, torturante perfume del barro, los cuerpos y el jazmín. Eché a andar despacio, profundamente perturbado, describiéndome a mí mismo todo ese barrio de Alejandría, pues estaba seguro de que pronto quedaría olvidado y sólo volvería a visitarlo aquel cuyos recuerdos hubieran pasado a ser propiedad de la ciudad febril, y perduraran en el espíritu de los viejos como rastros de perfume en la manga de un traje. Alejandría, capital del recuerdo.” Con este estilo algo barroco pero no por ello falto de carácter intimista, Durrell recuerda con su escritura al describir a Alejandría, la Roma de Hawthorne y el París de Proust, autores que quizás a veces también nos pueden resultar algo empalagosos y de difícil digestión, pero que no por ello dejaron ni dejan de ser grandes cronistas de una época descrita con excelente meticulosidad de sus ciudades predilectas.
Balthazar configura el segundo tomo del cuarteto, y continúa casi como un hermano gemelo la historia y los personajes que Durrell desarrolla en Justine, sólo el tiempo, el escenario, los actores y los incidentes que se narran el Balthazar cobran otra dimensión diferente a Justine, al utilizar Durrell un sentido más dramático y misterioso para los sucesos que se narran en este tomo. En Balthazar aparecen ideas que posiblemente le fueron inspiradas a Durrell con la lectura durante años de los gnósticos en Egipto, aparte de textos de la conocida antropóloga Margaret Mead, y de otras lecturas pertenecientes a la Biblioteca Patriarcal y los filósofos presocráticos. Otras influencias según el propio Durrell estarían en su condición de considerarse mitad hindú y mitad inglés, situación que le hizo vivir una desagradable y difícil forma de ver el mundo, que le hacía sentirse a veces como despedazado, a la vez que por otro lado determinaba su estilo para escribir una obra tan compleja y enrevesada como el cuarteto, donde fusiona todas estas experiencias culturales tan dispares en un mestizaje a veces difícil de comprender para un europeo acostumbrado a los usos y costumbres del viejo continente, lejos de las peculiaridades que encierra el lejano oriente. Quizás por ello no es raro que encontremos en Balthazar aparte de las influencias orientales, otras más occidentales como las de Spengler, Pitágoras o las de Sigmund Freud.
El inicio de 1968 se muestra novedoso para Lawrence Durrell, por primera vez viaja a los Estados Unidos y se aloja en la casa de Henry Miller, en Pacific Palisades. Entre otras cosas, Durrell se siente fascinado por Disneylandia que visita acompañado por Hiroko Tokuda “Hoki” nueva pareja matrimonial del viejo Miller. También en este año la mala suerte vuelve a aparecer en la vida de Durrell, mientras está de viaje sufre un robo en su casa de Sommières perdiendo parte de su valiosa colección de libros isabelinos: “se llevaron sólo mis mejores libros isabelinos y los cuadros que me habían regalado algunos artistas famosos, pero dejaron todas mis obras”, se lamenta Durrell. Tras este ignominioso asalto a su casa y a su intimidad, Durrell decide buscar un lugar más seguro para conservar su correspondencia y sus manuscritos, aparte opta por vender su archivo personal, que incluye muchas de las cartas de Miller, que años después se publicaron como “The Durrell-Miller Letters 1935-80”, a la Southern Illinois University the Carbondale. Un año después, en 1969, se rueda una película basada en el Cuarteto de Alejandría, con el título de Justine. Película que estrenada en Montreal ve Miller y a la que no dedica precisamente unos comentarios muy halagadores según se puede apreciar por la lectura de una carta dirigida a Durrell el día 3 de septiembre de 1969: “…Estoy bastante perplejo, sobre todo porque no he podido seguir todo el diálogo. También porque en general me ha parecido bastante falseado…Me ha dado la impresión de que el papel de Melissa ha sido mal asignado…La escena del principio, con los marineros dando una dosis de cantárida a la muchacha, me ha parecido espantosa. Narouz quedaba bastante bien, pero Nessim, no. Bueno, esto son sólo mis impresiones…¿Has visto la película ya? Te revolverá, por supuesto. No podía ser de otro modo. Ninguna película puede estar a la altura de un buen libro…” Durante parte de este año, Durrell también se dedica a estudiar nuevamente a los gnósticos y redacta el borrador del primer tomo del futuro Quinteto de Avignon. Viaja a París y Ginebra para dictar algunas conferencias y regresa varias veces durante los años 1970,1972, 1973 y 1974 a los Estados Unidos, concretamente este último año de 1974 para dar un curso de tres meses en el Institute of Tecnology de California. Días antes de viajar para dictar este curso, Durrell se casaba por cuarta vez con Ghislaine de Boysson, una encantadora modelo hija de una familia de la alta aristocracia francesa. Según palabras del propio Durrell, Ghislaine, “es muy agradable, con una expresión un tanto mohína, una aristócrata francesa que conoce a todo el mundillo del cine y que una vez estuvo a punto de casarse con Bing Crosby”. Miller para ocasión tan memorable les cede para su estancia en California a ambos la casa que había comprado años antes situada en la playa de Malibu, a poca distancia de otra en la que él vive y también cercana a la casa playera de Anaïs. El antiguo trío de la época de Villa Seurat se volvió a reunir nuevamente, sólo que en este caso, con algunas canas y arrugas más que en su vieja época parisina.
Durrell publica en este año “Vega”, un libro de poesía que entusiasma a Miller: “…Estoy abrumado por el uso de la lengua que te permites a ti mismo…Intencionado o no, consigues que de la impresión de que todo el mundo puede hacerlo, que no es necesario ningún paso intermedio…” Incluso, este libro inspiró a Miller lo más parecido a un poema que escribe en toda su vida y que titula “For Larry”, una especie de loa dedicado íntegramente a su amigo Durrell. Aproximadamente un mes más tarde, después de los elogiosos comentarios a su libro de poesía, Miller critica ásperamente a Durrell por su primer tomo del Quinteto de Avignon. Tras leer “Monsieur: or, The Prince of Darkness”, Miller le escribe a Durrell el 19 de septiembre de 1974 una virulenta crítica con los siguientes comentarios: “Después del magnífico episodio de la tienda con Akkad y Ophis, hay un momento en que el libro parece desintegrarse, y perdona que te diga esto. Entiendo que los capítulos sucesivos tuvieran una finalidad y un sentido...para ti. Pero ¿y para nosotros?… Más o menos por la mitad, se convierte en una especie de circo de tres pistas…ya no sé quien está hablando exactamente, quien es el autor…(no creo que existan más que algunos centenares de americanos capaces de leer un libro como éste)”. Durrell encaja como buen británico estoicamente la crítica que le hace Miller, sólo se permite sugerirle que recupere la confianza en él, cuando tenga nuevamente la oportunidad de acceder a la lectura del segundo tomo del Quinteto.
“Livia, d’un seul trait”, causa en efecto una mejor opinión a Miller, que la considera una obra más asequible y sobre todo más amena en su descripción de los viajes y lugares que aparecen a lo largo del libro. En 1978 aparece un nuevo libro con el título “Tesoros de las Islas Griegas”, en el que aparece en varias ocasiones mencionado Henry Miller, es como un homenaje a su paso por las islas griegas. Se publica también “Carrusel Siciliano” otro excelente trabajo de Durrell sobre sus diferentes viajes por la isla de Sicilia y su arte. Sigue escribiendo el tercer tomo del Quinteto titulado “Constance in Love”, durante este año también viaja a Egipto donde rememora los viejos paisajes que tanto le inspiraron el Cuarteto de Alejandría. A principios de la década de los ochenta escribe un libro dedicado a la filosofía budista que titula “Una Sonrisa en el Ojo de la Mente”, y termina el cuarto y quinto volumen del Quinteto, titulados respectivamente “S’ebastien” y “Quinx”. Finalmente Durrell había conseguido terminar la obra completa que él consideraba la vida artística que inició con el Cuaderno Negro y que cerraba su ciclo con el Quinteto de Avignon. Según comentó en varias ocasiones el Quinteto simbolizaba los cinco skandas tibetanos, que sería algo que tendría que provocar en el lector de su obra ciertas reflexiones sobre la estabilidad de la individualidad humana e incluso sobre la propia sexualidad. Yendo aún más lejos en su pensamiento y probablemente afectado en esta última etapa de su vida por la desaparición cada vez más continua de sus viejos amigos – Miller murió en 1980 – Durrell afirmaba en una de las últimas entrevistas que concedió tras la publicación de Quinx, que no pensaba escribir nada más, no tenía nada más que decir. Su literatura había sido hasta la aparición del Quinteto su propia experiencia, su autobiografía, y ahora se trataba de invertir el proceso, es decir, intentar olvidar todo lo escrito. “Ya he borrado de la memoria el Libro Negro e intento hacer lo mismo con el Cuarteto. Espero conseguirlo dentro de un año, aproximadamente. Dentro de dos posiblemente habré arrinconado también el Quinteto. Entonces podré ser feliz. Es una idea maravillosa. Ahora que dejé el alcohol puedo comenzar a pensar. Mejoraré en yoga y me acercaré más a ese estado espiritual de éxtasis, bonheur, cuando todo se haya borrado de mi memoria comenzaré a sentirme deliciosamente póstumo y compondré un poema final, que llamaré Bliss”.
Ignoro si consiguió este estado de olvido tan beatífico que según parece le proporcionaba la filosofía oriental, también si llegó a escribir ese último poema que pensaba titular Bliss, lo único cierto es que después de publicar el Quinteto pasó a ser uno de los referentes más importantes para las próximas generaciones ávidas por conocer el enfrentamiento espiritual e intelectual entre oriente y occidente, además de disfrutar de las referencias filosóficas sobre Freud, Spengler y Pitágoras. “El lector debe cuestionarse sobre lo que está leyendo y no sentir que el autor dirige su pensamiento a lo largo de toda la novela”, gustaba decir Durrell al intentar explicar la dificultad que tenía acceder a su obra. Su intención parece ser que también estaba en que el lector aplicara su propia lógica a los, en apariencia, desordenados movimientos o desdoblamientos de los protagonistas, que aparecen y desaparecen tanto en el cuarteto como en el quinteto. Así hay que entender la lectura del quinteto, como una simetría con el cuarteto, dónde vamos a asistir a la evolución de los personajes bajo nombres diferentes, juego sutil que nos lleva a necesitar de una atenta y continua atención no sólo al argumento de las historias que se narran, sino a recordar y memorizar los personajes para evitar perdernos en un laberinto de incomprensiones. “De otra forma, resultaría tan aburrido…”, decía Durrell con su sutil ironía británica. Obviamente Miller discrepaba totalmente de esta enrevesada forma de narrar y de construir la trama argumental de la novela que tenía Durrell.
Bibliografía en español:
SAFO
Ediciones Sudamericana. Buenos Aires 1960
ESPRIT DE CORPS
Ediciones Sudamericana. Buenos Aires 1960
LA PAPISA JUANA (Traducción y adaptación del griego por L.Durrell)
Editorial Edhasa. Barcelona 1977
CARRUSEL SICILIANO
Editorial Noguer. Barcelona 1980
UNA SONRISA EN EL OJO DE LA MENTE
Editorial Edhasa. Barcelona 1980
EL LIBRO NEGRO
Editorial Edhasa. Barcelona 1981
LA CELDA DE PROSPERO
Editorial Edhasa. Barcelona 1981
LIMONES AMARGOS
Editorial Noguer. Barcelona 1981
LIVIA
Editorial Noguer. Barcelona 1981
AGUILAS BLANCAS SOBRE SERBIA
Editorial Noguer. Barcelona 1981
TUNC
Editorial Edhasa. Barcelona 1985
JUSTINE
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
BALTHAZAR
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
MOUNTOLIVE
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
CLEA
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
NUNQUAM
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
ANTROBUS
Editorial Tusquets. Barcelona 1986
MONSIEUR
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
CONSTANCE
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
SEBASTIAN
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
QUINX
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
REFLEXIONES SOBRE UNA VENUS MARINA
Editorial Península. Barcelona 1999
VISION DE PROVENZA
Editorial Seix Barral. Barcelona 1999
POEMAS ESCOGIDOS
Editorial Visor. Madrid 1999
(27/2/1912 – 8/11/1990)
Novelista y poeta británico, nació el 27 de febrero de 1912 en la India. Junto con su familia, tuvo que trasladarse a Inglaterra después de la prematura muerte de su padre – ingeniero de profesión - acaecida en 1928. Lawrence Durrell era el primogénito, siendo su hermano el conocido escritor naturista Gerald Durrell. En los años treinta se inició en la poesía y en la narrativa, alcanzando su primer éxito en el año 1938, con la publicación de su novela autobiográfica, escrita en París, “ El Cuaderno Negro”. Por aquella época cayó en sus manos un ejemplar del libro de Henry Miller “Trópico de Cáncer”. Lo encontró tirado en unos aseos públicos y la curiosidad le obligó a recogerlo y leerlo, descubriendo de esa forma tan inusual a quien sería su mejor mentor, maestro y amigo hasta su muerte, como se puede constatar con la lectura de la correspondencia que ambos mantuvieron. Probablemente lo mejor que Durrell ha legado a la posteridad, en cuanto a obra literaria se refiere, es el Cuarteto de Alejandría que se basa en gran medida en las experiencias y observaciones de los largos periodos en los que Durrell trabajó como diplomático en el extranjero, principalmente en Grecia, Chipre y Egipto para el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país. Según la biografía que escribió Gerald Durrell, hermano de Lawrence, compuesta de tres tomos “Mi Familia y Otros Animales”, “Bichos y Demás Parientes” y “El Jardín de los Dioses”, sobre la saga familiar, Lawrence habría sido el promotor de que se marcharan a principios de los años treinta a vivir a Corfú, dejando atrás el frío clima de Inglaterra, coincidiendo también por esta época el primer borrador de “El Libro Negro”, según explica el mismo Lawrence en el prólogo de esta primera trilogía de su hermano. Según esta biografía Larry, como se conocía en el entorno familiar a Lawrence, no tenía un carácter fácil. Era irritable e histriónico, despreciaba la ciencia, era caprichoso y se entretenía haciendo imposible la vida familiar con sus constantes antojos como buen niño mal criado que era. Eso sí, ya mostraba un indudable interés por el mundo de los libros como demuestra el siguiente párrafo extraído de “Mi Familia y Otros Animales”: “Una vez acomodado, Larry pasó un día feliz vaciándolos, y su cuarto quedó tan atestado de libros que era imposible entrar o salir de él. Rodeado de murallas de volúmenes por todo el perímetro externo, Larry se pasaba el día allí dentro con su máquina de escribir, sólo emergiendo somnolientamente a las horas de comer…”.
Hasta 1935 Durrell sólo había publicado un opúsculo de poemas bajo el título de “Quaint Fragment” de corte correcto pero nada original, y “Bromo Bombastes”, una sátira sobre G. B. Shaw, que prudentemente había firmado bajo el pseudónimo de “Gaffer Peeslake”, siendo en esta época sus influencias más notables el movimiento de los isabelinos y el poeta, bibliófilo y bohemio, John Gawsworth afincado en Londres. Sin embargo, las cosas cambiaron en la vida de Durrell cuando escribió su primera carta a Henry Miller en agosto de ese mismo año, comentándole que había sentido la necesidad imperiosa de escribirle unas líneas después de haber releído por segunda vez y en poco tiempo “Trópico de Cáncer”. “…Me ha impresionado porque es la única obra de auténtica dimensión humana de la que este siglo puede sentirse realmente orgulloso. Nunca había leído nada semejante, ni había imaginado que se pudiera escribir algo así. Y sin embargo es curioso que, al leerlo, me haya parecido reconocer en él algo para lo que yo sabía que estábamos todos preparados …Trópico da paso a una nueva vida que ha recuperado sus entrañas”. Miller comprende, al recibir estas alabanzas, que por fin había encontrado a su más fiel lector ideal, y no duda en responderle en los siguientes términos: “Es usted el primer inglés que me escribe una carta inteligente sobre mi libro”. Acababa de nacer entre ambos autores una estrecha amistad que duraría hasta la muerte de Miller en 1980. Por otro lado, Durrell había encontrado el “guía” que necesitaba para poder encauzar no solamente su estilo literario sino su propia carrera como escritor emergente, siendo precisamente en 1935 cuando finalmente publica su primera novela “Pied Piper of Lovers”, y prepara la segunda “Panic Spring” que saldría editada en 1937, por la prestigiosa editorial Faber and Faber. Esta segunda novela fue publicada bajo el seudónimo de Charles Norden, seguramente intimidado por su inseguridad y por el temor que aún sentía como novelista amateur. Este seudónimo lo tomó del nombre de uno de los protagonistas que aparecen en Trópico de Cáncer, Van Norden, cambiando el Van por Charles. También le puso el nombre de Van Norden a la barca que tenía en Corfú. A finales de diciembre de 1936 Durrell le comunica a Miller que ya ha acabado lo que sería la primera versión del Libro Negro, admitiendo que es un buen trabajo: “Me asusta lo bueno que es en algunos fragmentos”. Al parecer sus complejos se iban disipando y empezaba a creer en sus posibilidades como escritor, no obstante y con pocos días de distancia, a estos comentarios reconoce en una nueva carta que está volviendo a reescribirlo sobre todo para tratar de “desmillerlizarlo”, ya que al parecer, en esta primera redacción, se nota mucho la fuerte influencia de Miller, y justo es reconocer que aunque Durrell admiraba profundamente a Miller no quería limitarse a ser una simple y barata copia de éste, sino al margen de posibles influencias, adquirir su propio estilo, lo que al fin consiguió, pues después de numerosas versiones en las que se ve aconsejado no sólo por Miller sino también por los comentarios de Anaïs Nin, A. Perles, Fraenkel y algún amigo más, el Libro Negro revela el personal estilo que Durrell daría a sus obras literarias. De esta última versión son memorables las frases que Durrell introduce, valgan como ejemplo las siguientes: “Manda al clítoris a tomar un helado…con aquel aire de malicia con que siempre me imagino a los espermatozoides…Oye, ¿Crees que afectaría a nuestra relación si te la chupara?…”. Este último comentario lo pronuncia en el libro un tal Tarquin, homosexual que acababa de hacer pública su condición como tal. Finalmente en 1938 y dentro de la colección Villa Seurat, que dirigen Miller y Anaïs se edita de la mano de Kahane “El Libro Negro”, coincidiendo con el de Anaïs “Invierno de Artificio” y uno nuevo de Miller “Max y los Fagocitos Blancos”, hecho que da lugar a que Durrell se instale durante un tiempo en París acompañado de su primera mujer, cerca de Miller y Perlès, con los que se embarca en el ambicioso proyecto de editar y dirigir la revista Booster, del American Golf and Country Club, a la que ellos intentarán cambiar dándole un aire más literario. Por desgracia el proyecto no terminó de arrancar nunca satisfactoriamente y Durrell acompañado de Nancy tiene que regresar a Corfú. Entre 1938 y 1939 Durrell y Nancy regresan nuevamente a París visitando Londres de camino, convenciendo a Miller para que, al regreso de ellos a Grecia, se reúna con ellos allí, viaje que por una razón u otra Miller siempre estaba relegando. El veintidós de julio Durrell y Nancy se acercan al muelle de Corfú para por fin recibir a Miller, que llega con la intención de pasar unos días y proseguir después un largo recorrido en el que se ha puesto como meta final conocer el Tíbet. Sin embargo los planes no salieron como los había inicialmente previsto y para empezar, Grecia se convierte en toda una revelación para Miller. Descubre con sorpresa, en contra de lo que siempre había creído – siempre había recalcado su necesidad de ser un habitante exclusivamente de ciudad ajeno a la naturaleza e incluso afirmaba que su alma florecía en los campos de basura – que le encanta bañarse desnudo, al sol de las paradisíacas playas griegas, haciéndose íntimo amigo de los nativos que encuentra en los pueblos y aldeas más recónditos de las islas. En Atenas Henry Miller es adoptado por George Katsimbalis, Theodore Stephanides y George Seferis (narrador, médico y biólogo, y futuro premio nobel respectivamente), personajes que aparecerán tanto en las obras futuras de Lawrence Durrell como del propio Miller, concretamente la historia de este caluroso y agradable viaje daría lugar a la que para muchos es la mejor obra de Miller: “El Coloso de Marusi”.
El día siguiente a la Navidad de 1939 el matrimonio Durrell se despide en Trípolis, en el Peloponeso, una tarde triste y lluviosa de Miller. La separación iba a resultar mucho más larga y decisiva de lo que ambas partes suponían. La Segunda Guerra Mundial no sólo interferiría en la relación de amistad con Miller, ya que éste no tuvo más remedio que regresar nuevamente a los Estados Unidos, sino que obligaría a Durrell a incorporarse en 1940 a la Delegación Británica de Atenas, trabajando para el British Council, para más tarde pasar a depender del Foreign Office hasta 1956, varios años después de acabada la Segunda Guerra Mundial. Estos trabajos le proporcionan bastante material para sus libros posteriores pero, por otro lado, le alejan hasta 1957 de su auténtica vocación literaria, pese a que no dejó de escribir y publicar algunas obras menores. El 25 de Abril de 1941 el matrimonio Durrell acompañado de su pequeña hija Penélope, de un año de edad, abandona Grecia en una arriesgada y rocambolesca huida ante el inminente avance alemán. Llegan finalmente a El Cairo dónde Durrell se incorpora como agregado de prensa del Ministerio del Interior Británico, permaneciendo en esta ciudad hasta 1943, fecha en que se traslada a Alejandría después de separarse de Nancy y de que ésta decida marcharse con la pequeña Penélope a Jerusalén. Durante éste tiempo Durrell publica en Faber and Faber un pequeño libro de poemas, y escribe otro bastante largo titulado “Cities Plains and People” en parte dedicado a exaltar su ajetreada vida. También escribe un libro sobre el paisaje y la geografía de Grecia, concretamente sobre Corfú, que se edita en 1945. En el otoño de este mismo año Durrell es enviado nuevamente a Grecia. Él y Eve, su nuevo amor, se instalan en la Villa Cleobolus. Por este entonces ya tiene organizado mentalmente “The Book of the Dead” embrión del futuro cuarteto de Alejandría. Mientras tanto aparece publicado “La Celda de Próspero” libro en el que Durrell retrata a viejos conocidos como Spiro, Theodore o el viejo doctor Palatioano. En octubre de 1945, según refleja una carta escrita a Miller, le informa sobre otro libro que tiene acabado y que según él tiene un objetivo doble: ganar algo de dinero y recuperar nuevamente el ritmo de la escritura, se trata de Cefalú ( años después reeditado con el nombre de “El Laberinto Oscuro”) un libro según Durrell “lamentable, con algunos breves momentos lúcidos y una o dos líneas buenas, he elegido deliberadamente una fórmula de novela barata y estoy tratando de decir cosas urgentes en pequeñas dosis, a través de unas siete personas que son más o menos los personajes que aparecen”. Personalmente no estoy en absoluto de acuerdo con esta dura crítica que Durrell hace de su obra. Aunque evidentemente no es comparable al propio Cuarteto de Alejandría, sí es cierto en opinión de numerosos críticos y de mí mismo, que se trata de una de las obras de Durrell que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo, aunque hay que reconocer, por otro lado, que se trata de uno de los libros más desconocidos de toda la producción literaria de Lawrence Durrell, pese a su indudable calidad.
En mi opinión existen varias claves para detectar un buen libro, concretamente hay dos que son fundamentales para descubrir si estamos ante una novela, ensayo, poesía o cualquier otro género literario que merezca el adjetivo de imprescindible. La primera clave consiste en releer, pasado un periodo de tiempo no inferior nunca a diez años, incluso a ser posible más próximo a veinte. La segunda es comprobar como ha encajado el paso del tiempo. Ambas claves son complementarias ya que si comprobamos que en la nueva lectura después de diez años vuelve a engancharnos, es seguro que nos encontramos ante un buen libro, y si además al terminar su lectura hemos descubierto que nos ha aportado nuevas cosas, sin lugar a dudas el libro en cuestión no sólo ha resistido el paso del tiempo sino que aún conserva frescura para seguir sorprendiéndonos con nuevas aportaciones y reflexiones. Pues bien, algo de ésto suele suceder con la relectura de algunos libros de Durrell, entre los que se encuentra el anteriormente citado “Cefalú o el Laberinto Oscuro”. En esta obra Durrell nos lleva de la mano de una expedición de turistas al famoso laberinto de Creta, mostrándonos que lo que en apariencia es sólo una agradable visita a las cuevas, se convierte por el azar en la crónica de diferentes muertes, cambios de perspectiva y transformaciones al menos sorprendentes en los personajes protagonistas de la obra. De forma completamente diferente a su querido maestro Miller, Durrell construye en Cefalú una novela de corte completamente clásico, ya que consta de argumento y presentación de personajes, que viven antes de configurar el núcleo central de la obra otras experiencias, es decir, tienen un antes, van a tener un durante como protagonistas de su propia tragedia en el laberinto y un después en el caso de aquéllos que logran sobrevivir, si es que realmente se puede argumentar que sobreviven. En este libro Durrell, a través de sus personajes, aprovecha para introducir un tema que le apasionaba: el ocultismo. Fearmax uno de los protagonistas no sólo es un medium capacitado para contar sus experiencias en el más allá, sino que además se nos muestra como un erudito conocedor de lecturas tales como “La Rama Dorada”, “El Libro Egipcio de los Muertos” o el trabajo de Panfrey sobre la oración y otros más que estudian las diferentes teorías de Ouspensky, Hotchkiss, Swedenborg entre otros. Pero no sólo es el ocultismo el amplio conocimiento que Durrell transmite a través de sus personajes, sino que materias como el arte aparecen cuestionadas. Un ejemplo de ello lo encontramos en boca del extravagante pintor Campion, quien no ve clara la validez del mecenazgo como vía para darse a conocer, ya que, según él, impide al artista ser reconocido por su talento. Otros personajes aportan reflexiones sobre temas más mundanos como la relación de pareja o la crisis existencial que provoca la pérdida de un ser querido, descubriéndonos que en estos asuntos, al igual que en otros parecidos, no existen grandes diferencias con el paso del tiempo ni con las diferentes generaciones. Aparte del interés que tienen para cualquier lector las reflexiones que Durrell pone en boca de sus personajes, otra característica muy interesante en este libro es la descripción del paisaje y la geografía en la que se mueven los protagonistas, que aquí sí, a semejanza de Henry Miller en el Coloso de Marusi, nos hace ver y sentir, con un detalle casi fotográfico, la isla de Creta.
Otra característica de Cefalú es que es una novela que crea un clima de suspense del mejor género de misterio hasta la última página, y es que Durrell logra mantener la intriga en el lector por conocer el desenlace final que el destino deparará a alguno de sus personajes, incluso nos plantea si realmente existe el famoso laberinto en el que habita el no menos mítico Minotauro, ¿Es una leyenda o realmente se trata de un hecho histórico? Sólo al final de la lectura tendrá el lector todas las claves para conocer la verdad del misterioso viaje turístico. Durrell, por otro lado, también nos desvela al final, en una nota de autor, como construyó y se inspiró para crear Cefalú.
A finales del año 1947 Durrell es enviado como lector del British Council a Córdoba, Argentina, lugar en el que conseguirá buenos y leales amigos, aunque el país no será del agrado de Durrell, ya que lo encuentra opresivo y con enormes distancias para desplazarse de un lugar a otro. Un año más tarde regresa nuevamente a Inglaterra pensando que el Council le enviará a Grecia o a Francia, pero el destino vuelve a jugarle una mala pasada: esta vez es enviado como jefe de prensa a la embajada británica en Belgrado, lugar que Durrell califica como “centro de barbarie sólo comparable al cenit de los bárbaros”. A pesar del reconocimiento oficial (se entrevista con el mariscal Tito y desempeña un papel importante durante la visita de sir Anthony Eden), y de la inyección de energía que le proporciona su estancia de un mes en Ischia con Zarian, su amigo de los viejos tiempos de Corfú, Durrell se siente aún incapaz de poder escribir en Belgrado, hermosa ciudad pero que está oprimida por el terror comunista, de la misma forma que tampoco encontró ninguna inspiración en las agrestes y áridas llanuras de Córdoba. “A Key to Modern Poetry”, ensayo basado en una conferencia que dio en Argentina y el drama “Sappho” son las únicas producciones literarias que Durrell realiza durante esta época. En 1950 nace su hija Sappho en Oxford y en 1952 Durrell está planteándose dejar definitivamente el trabajo que realiza para el Ministerio de Asuntos Exteriores y volver a retomar su apartada carrera como escritor. Para este objetivo planea concienzudamente el año 1953, y abandona el cargo que ocupaba hasta ese momento en la secretaría de prensa en Belgrado, calculando que tiene ahorrado suficiente dinero para adquirir una casa en Chipre y pasar este año 1953 dedicado únicamente, por fin, a escribir y retomar su postergado proyecto “The Book of the Dead”. Sin embargo las cosas empiezan a torcerse y a no salir como Durrell las había planeado inicialmente, pues precisamente antes de salir de Yugoslavia Eve sufre una depresión y tiene que ser trasladada a Inglaterra para su tratamiento. Después de que los médicos le aseguran que Eve no mejorará con su presencia en Inglaterra, decide instalarse en Chipre con su hija Sappho. Durrell compra la casa cerca de la abadía de Bellapaix, compra e instalación que da lugar a una dramática narración que Durrell publica posteriormente con el nombre de “Limones Amargos”. Los imprevistos gastos que le ocasiona la reparación de la casa así como el tratamiento de Eve en Inglaterra consumen rápidamente los ahorros de Durrell y éste no tiene otra opción que ponerse a dar clases a un grupo de chicas de sexto grado en Nicosia, con lo que su ansiado proyecto de dedicarse únicamente a la escritura tiene nuevamente que ser aparcado. En abril de 1954 Eve recuperada de su crisis se traslada a vivir con Durrell y la niña en Chipre, sin embargo esta aparente tranquilidad familiar se ve nuevamente truncada por el estallido de las hostilidades políticas en Chipre, debidas a la campaña que inician los grupos nacionalistas partidarios de la unión con Grecia, motivo por el que Eve y la niña tienen que regresar a Inglaterra y Durrell cerrar su pequeña casa turca, aunque permanece en Nicosia desde donde le cuenta en una carta fechada en noviembre de 1955 a Miller: “Casi he terminado mi segunda novela. Recordarás que cuando hice el Libro Negro pensaba escribir tres novelas verdaderas: la juventud, la madurez y la vejez. Bien pues en medio de todo este estruendo y esta mortandad, estoy escribiendo un libro titulado Justine, acerca de Eve y de Alejandría antes de la guerra, me parece que es muy bueno. Habrá que esperar para saberlo. Es probable que este año me divorcie de Eve y me vaya a vivir una temporada a la mezquita…”. Después de esta declaración de intenciones que le hace a Miller, Durrell sigue escribiendo y finalmente acaba Justine. En otro orden de cosas intenta recuperar su afligido ánimo tras la separación ya definitiva de Eve, y conoce a Claude, una joven francesa que se dedica como él a la escritura y con la que en el verano de 1956 se traslada a Inglaterra, donde residirían hasta febrero de 1957, fecha en la que se instalan en la pequeña ciudad medieval de Sommières, en Francia. Durante la estancia en Londres corrige las galeradas de Justine y entrega a la editorial su libro sobre Chipre “Limones Amargos”. Aparte ve publicado también “Águilas Blancas sobre Serbia” (amarga crónica de su estancia en el país yugoslavo) y “Esprit de Corps”. Por fin parece que empieza a levar anclas su varada carrera como escritor y de pronto se encuentra en una situación contra la que Miller había intentado prevenirle desde hacía mucho tiempo: Durrell se convierte en un personaje público muy solicitado, asediado por editores que le ofrecen contratos, por periodistas y equipos de televisión, por turistas curiosos y los inevitables amigos que se acercan cuando alguien triunfa en algo. Durrell se refugia del acoso de la gente, escribiendo frenéticamente artículos para la revista Holliday y sobre todo en la redacción de los dos segundos libros del Cuarteto de Alejandría, Balthazar y Mountolive, que aparecerán publicados a lo largo de 1958. También se impone la ardua tarea de seleccionar una muestra representativa de la obra de su amigo Miller que aparecerá editada como “Lectura de Henry Miller”, libro en el que el propio Miller colabora con Durrell sugiriéndole los textos que a él le gustaría que aparecieran en la selección, aparte de cederle una sustanciosa parte de los derechos de autor, como le dice en una carta en agosto de 1958: “…no te quedes con el orgullo y el honor, piensa en toda tu prole…y en tus ex - esposas…, y en los futuros viajes. Hay más que suficiente para todos”. La generosidad de Miller como podemos apreciar no había sido erosionada por los años ni por el éxito, seguía intacta, sin fisuras y demostrando como queda patente en este fragmento de carta, que él sigue creyendo en la amistad inquebrantable.
Otro proyecto al que se entrega Durrell por esta época es el inicio de una correspondencia con Alfred Perles que tiene como objetivo clarificar la opinión que ambos tienen de la escritura de su común amigo Henry Miller y explicar las conclusiones a los lectores de este último. Este intercambio epistolar entre Durrell y Perles pronto se vería aumentado con la inesperada incursión de Miller, quien al enterarse del proyecto no soportó quedar al margen del asunto y les envió una carta de ocho páginas hablando de sí mismo y de su obra. Estos intercambios, incluido el tour de force epistolar de Miller, se publicarían años después con el título de “Art and Outrage”.
El 9 de diciembre de 1957 Lawrence Durrell recibe el prestigioso premio Duff Cooper Memorial en ceremonia privada en Hyde Park Gate, dónde aparte de hacerle entrega de un ejemplar de Old Men Forget de Lord Norwich (antes sir Alfred Duff Cooper) le dieron un cheque por valor de doscientas libras. El premio lo concede anualmente un selecto comité de uno de los colegios de Oxford, en el año 1957 Durrell recibió una breve y amable carta dónde se le indicaba que le habían concedido, por su libro sobre Chipre, el mencionado premio. Lo que Durrell ignoraba es que sería la Reina Madre nada menos la encargada de entregarle en mano el premio.
A finales de 1958 Durrell y Claude se trasladan nuevamente, esta vez a El Mazet Michel, una casa de campo situada a las afueras de Nimes. El Mazet Michel se alzaba en una ladera suavemente inclinada, en medio de olivos retorcidos por la escarcha, tomillo silvestre y abundante naturaleza en su alrededor. Un camino desigual, sin asfaltar cuando se trasladaron a vivir allí, serpenteaba durante un kilómetro hasta la carretera de Engances, encontrándose Nimes a solo un kilómetro de distancia. En esta casa Durrell y Claude invierten los beneficios que perciben por los derechos de autor de sus libros, convirtiéndola en la guarida ideal para una pareja de escritores aficionados a la bebida. Claude se convierte en la primera mujer que entiende perfectamente las necesidades de Durrell, prepara exquisitas comidas, controla a los niños durante las vacaciones, transcribe sus libros y además completa las restantes necesidades del egocéntrico y caprichoso compañero de viaje sentimental. Juntos viajan a Hamburgo para el estreno triunfal de Sappho, que dirige el conocido director teatral Gustaf Gründgens y que tiene como primera actriz a Elisabeth Flickenschildt, del Deutsches Schaupielhaus, siendo otros actores participantes Maximilian Shell y Ulrich Haupt. La obra se estrenó el 22 de noviembre de 1959. Durante este año también se reúnen en Francia Durrell, Miller y Perles acompañados de otros viejos amigos. Después del éxito obtenido con Sappho, Durrell se anima con el drama y escribe una obra con el nombre de “Acte” con el objetivo de que la dirección de su puesta en escena corriera a cargo de Gustaf Gründgens, la cual fue representada a finales de 1961 en Hamburgo. En 1963 Durrell escribe “An Irish Faustus” para que Gründgens, que hace gala continuamente de un porte satánico, pueda representar el papel de Mefisto. Pero Gründgens muere antes del estreno de la obra, teniendo que ser finalmente puesta en escena por Oscar Fritz Schuh en el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo. Durrel no volvió a escribir más dramas, pero sí intentó un guión para el cine: Judith, papel que crea especialmente para la diva Sofía Lóren. Se desplaza a Israel para el rodaje de la película y queda tan impresionado por la inteligencia y sensibilidad de la actriz que decide reescribir nuevamente el guión, con el fin de adaptarlo a la nueva visión que ésta le ha transmitido del personaje. Después del espectacular éxito que va teniendo en diferentes países el Cuarteto de Alejandría y de la satisfacción de ver publicadas y sobre todo representadas sus obras de teatro, Durrell disfruta por primera vez de su naciente popularidad, y de una bonanza económica que le permite dedicarse a otros menesteres ajenos a la propia escritura. Con la ayuda de Nadia Blokh y de la fotógrafo Mary Mollo, una vieja amiga de sus tiempos de Rodas, el 6 de marzo de 1964 Durrell presenta en sociedad sus gouaches en una exposición individual en la Galería Connaître de París, aunque oculta su auténtica identidad bajo el pseudónimo de Oscar Epfs. Durrell ha estado pintando desde los años treinta reconociendo, en una conversación con Marc Alyn, que Miller ha sido su maestro y mentor: “Miller me enseñó a pintar obras maestras. Su técnica es la siguiente: se pinta un caballo, una mujer o cualquier mierda por el estilo; luego se va al cuarto de baño y se pone bajo el grifo abierto; ¡Y está lista la obra maestra!”. Después de haber sufrido innumerables años de carencia económica Durrell decide darse varios lujos y se compra un microbús Volkswagen, una Zodiac hinchable y una potente fuera borda, y con estos caprichos sale de Brindisi en dirección a Grecia, aprovechando el viaje para escribir una serie de artículos en la revista Holliday entre los que se encuentran “Oil for the Sain” y “Return to Corfu”. También sigue escribiendo el viejo proyecto de 1961 que se titula “The Placebo” y que se trata de material para una novela cómica, sin embargo, este proyecto nunca llegó a terminarlo a su entera satisfacción, y nunca se publicaría, ahora bien con el tiempo aparecieron algunos fragmentos en Tunc. Durante el verano de 1966 Durrell y Claude abandonan el amado, aunque rústico y poco espacioso hogar de Mazet Michel para trasladarse a una casa algo más cómoda en Sommières, situada entre castaños y sauces. Una mansión fin de siglo de tres plantas, de aspecto siniestro, con una buhardilla y la curiosa inscripción “Mme. Tartes” sobre el dintel de la puerta. La tranquilidad que tanto Durrell como su compañera Claude buscaban encontrar en este nuevo hogar duró poco y en el año 1967 la tragedia acaeció en el entorno de la pareja con la prematura muerte de Claude; óbito que sucedió el día de año nuevo en un hospital de la ciudad de Zurich. El golpe es tremendo, unos días antes de fallecer Claude los médicos le habían estado hablando a Durrell de forma optimista sobre una infección por bacterias fácilmente curable, sin embargo la realidad era muy diferente, Claude tenía un cáncer de pulmón en fase terminal. A cualquier otra persona este golpe la hubiera hundido emocionalmente, pero sin embargo Durrell tenía una capacidad asombrosa para sobreponerse a los golpes del destino, e incluso aprovechaba las tragedias en favor de su obra literaria. Con el Cuarteto de Alejandría, y especialmente con las obras escritas tras la muerte de Claude, la sombra de la muerte confiere a su obra un tono de seriedad que desmiente la carcajada y la aparente ironía que destilan algunas obras de Lawrence Durrell.
Justine, la novela que inicia el Cuarteto de Alejandría, es una puesta en escena para interesar al posible lector en la vida y miseria de unos personajes que según pasan las páginas, nos van mostrando sus aciertos y errores a través del agudo perfil psicológico que el autor va realizando de ellos. Son personajes llenos de inteligencia con un discurso intelectual, con una capacidad verbal fuera de lo corriente ya que con sus palabras son capaces de enamorarnos y de hacernos sufrir, de odiar a la vez que nos hacen sentir por los hechos que acontecen en sus vidas. Son también personajes que reflexionan sobre la existencia del ser humano en la Tierra, sobre el origen de la vida y sobre el origen de las religiones, e incluso se plantean si es necesario creer en Dios para trascender después de la muerte. “…Hace falta una inmensa ignorancia para acercarse a Dios. Me temo que yo siempre he sabido demasiado.” Este comentario pertenece a uno de los personajes de Justine. Sin embargo, no solamente aprendemos a reflexionar sobre filosofía con la lectura de este cuarteto, Durrell también nos muestra la belleza geográfica de una ciudad tan hermosa como lo pudo ser en su día Alejandría. Es obvio que no se trata de una Alejandría real, ni siquiera de una Alejandría perteneciente a otra época. Es una Alejandría que nace de la imaginación de los propios protagonistas, que crean una ciudad irreal, donde a veces el sueño convive con la realidad partiendo siempre de que la realidad haya sido alguna vez igual a la que describen los protagonistas. “…Había cesado de llover y la tierra húmeda exhalaba el delicioso, torturante perfume del barro, los cuerpos y el jazmín. Eché a andar despacio, profundamente perturbado, describiéndome a mí mismo todo ese barrio de Alejandría, pues estaba seguro de que pronto quedaría olvidado y sólo volvería a visitarlo aquel cuyos recuerdos hubieran pasado a ser propiedad de la ciudad febril, y perduraran en el espíritu de los viejos como rastros de perfume en la manga de un traje. Alejandría, capital del recuerdo.” Con este estilo algo barroco pero no por ello falto de carácter intimista, Durrell recuerda con su escritura al describir a Alejandría, la Roma de Hawthorne y el París de Proust, autores que quizás a veces también nos pueden resultar algo empalagosos y de difícil digestión, pero que no por ello dejaron ni dejan de ser grandes cronistas de una época descrita con excelente meticulosidad de sus ciudades predilectas.
Balthazar configura el segundo tomo del cuarteto, y continúa casi como un hermano gemelo la historia y los personajes que Durrell desarrolla en Justine, sólo el tiempo, el escenario, los actores y los incidentes que se narran el Balthazar cobran otra dimensión diferente a Justine, al utilizar Durrell un sentido más dramático y misterioso para los sucesos que se narran en este tomo. En Balthazar aparecen ideas que posiblemente le fueron inspiradas a Durrell con la lectura durante años de los gnósticos en Egipto, aparte de textos de la conocida antropóloga Margaret Mead, y de otras lecturas pertenecientes a la Biblioteca Patriarcal y los filósofos presocráticos. Otras influencias según el propio Durrell estarían en su condición de considerarse mitad hindú y mitad inglés, situación que le hizo vivir una desagradable y difícil forma de ver el mundo, que le hacía sentirse a veces como despedazado, a la vez que por otro lado determinaba su estilo para escribir una obra tan compleja y enrevesada como el cuarteto, donde fusiona todas estas experiencias culturales tan dispares en un mestizaje a veces difícil de comprender para un europeo acostumbrado a los usos y costumbres del viejo continente, lejos de las peculiaridades que encierra el lejano oriente. Quizás por ello no es raro que encontremos en Balthazar aparte de las influencias orientales, otras más occidentales como las de Spengler, Pitágoras o las de Sigmund Freud.
El inicio de 1968 se muestra novedoso para Lawrence Durrell, por primera vez viaja a los Estados Unidos y se aloja en la casa de Henry Miller, en Pacific Palisades. Entre otras cosas, Durrell se siente fascinado por Disneylandia que visita acompañado por Hiroko Tokuda “Hoki” nueva pareja matrimonial del viejo Miller. También en este año la mala suerte vuelve a aparecer en la vida de Durrell, mientras está de viaje sufre un robo en su casa de Sommières perdiendo parte de su valiosa colección de libros isabelinos: “se llevaron sólo mis mejores libros isabelinos y los cuadros que me habían regalado algunos artistas famosos, pero dejaron todas mis obras”, se lamenta Durrell. Tras este ignominioso asalto a su casa y a su intimidad, Durrell decide buscar un lugar más seguro para conservar su correspondencia y sus manuscritos, aparte opta por vender su archivo personal, que incluye muchas de las cartas de Miller, que años después se publicaron como “The Durrell-Miller Letters 1935-80”, a la Southern Illinois University the Carbondale. Un año después, en 1969, se rueda una película basada en el Cuarteto de Alejandría, con el título de Justine. Película que estrenada en Montreal ve Miller y a la que no dedica precisamente unos comentarios muy halagadores según se puede apreciar por la lectura de una carta dirigida a Durrell el día 3 de septiembre de 1969: “…Estoy bastante perplejo, sobre todo porque no he podido seguir todo el diálogo. También porque en general me ha parecido bastante falseado…Me ha dado la impresión de que el papel de Melissa ha sido mal asignado…La escena del principio, con los marineros dando una dosis de cantárida a la muchacha, me ha parecido espantosa. Narouz quedaba bastante bien, pero Nessim, no. Bueno, esto son sólo mis impresiones…¿Has visto la película ya? Te revolverá, por supuesto. No podía ser de otro modo. Ninguna película puede estar a la altura de un buen libro…” Durante parte de este año, Durrell también se dedica a estudiar nuevamente a los gnósticos y redacta el borrador del primer tomo del futuro Quinteto de Avignon. Viaja a París y Ginebra para dictar algunas conferencias y regresa varias veces durante los años 1970,1972, 1973 y 1974 a los Estados Unidos, concretamente este último año de 1974 para dar un curso de tres meses en el Institute of Tecnology de California. Días antes de viajar para dictar este curso, Durrell se casaba por cuarta vez con Ghislaine de Boysson, una encantadora modelo hija de una familia de la alta aristocracia francesa. Según palabras del propio Durrell, Ghislaine, “es muy agradable, con una expresión un tanto mohína, una aristócrata francesa que conoce a todo el mundillo del cine y que una vez estuvo a punto de casarse con Bing Crosby”. Miller para ocasión tan memorable les cede para su estancia en California a ambos la casa que había comprado años antes situada en la playa de Malibu, a poca distancia de otra en la que él vive y también cercana a la casa playera de Anaïs. El antiguo trío de la época de Villa Seurat se volvió a reunir nuevamente, sólo que en este caso, con algunas canas y arrugas más que en su vieja época parisina.
Durrell publica en este año “Vega”, un libro de poesía que entusiasma a Miller: “…Estoy abrumado por el uso de la lengua que te permites a ti mismo…Intencionado o no, consigues que de la impresión de que todo el mundo puede hacerlo, que no es necesario ningún paso intermedio…” Incluso, este libro inspiró a Miller lo más parecido a un poema que escribe en toda su vida y que titula “For Larry”, una especie de loa dedicado íntegramente a su amigo Durrell. Aproximadamente un mes más tarde, después de los elogiosos comentarios a su libro de poesía, Miller critica ásperamente a Durrell por su primer tomo del Quinteto de Avignon. Tras leer “Monsieur: or, The Prince of Darkness”, Miller le escribe a Durrell el 19 de septiembre de 1974 una virulenta crítica con los siguientes comentarios: “Después del magnífico episodio de la tienda con Akkad y Ophis, hay un momento en que el libro parece desintegrarse, y perdona que te diga esto. Entiendo que los capítulos sucesivos tuvieran una finalidad y un sentido...para ti. Pero ¿y para nosotros?… Más o menos por la mitad, se convierte en una especie de circo de tres pistas…ya no sé quien está hablando exactamente, quien es el autor…(no creo que existan más que algunos centenares de americanos capaces de leer un libro como éste)”. Durrell encaja como buen británico estoicamente la crítica que le hace Miller, sólo se permite sugerirle que recupere la confianza en él, cuando tenga nuevamente la oportunidad de acceder a la lectura del segundo tomo del Quinteto.
“Livia, d’un seul trait”, causa en efecto una mejor opinión a Miller, que la considera una obra más asequible y sobre todo más amena en su descripción de los viajes y lugares que aparecen a lo largo del libro. En 1978 aparece un nuevo libro con el título “Tesoros de las Islas Griegas”, en el que aparece en varias ocasiones mencionado Henry Miller, es como un homenaje a su paso por las islas griegas. Se publica también “Carrusel Siciliano” otro excelente trabajo de Durrell sobre sus diferentes viajes por la isla de Sicilia y su arte. Sigue escribiendo el tercer tomo del Quinteto titulado “Constance in Love”, durante este año también viaja a Egipto donde rememora los viejos paisajes que tanto le inspiraron el Cuarteto de Alejandría. A principios de la década de los ochenta escribe un libro dedicado a la filosofía budista que titula “Una Sonrisa en el Ojo de la Mente”, y termina el cuarto y quinto volumen del Quinteto, titulados respectivamente “S’ebastien” y “Quinx”. Finalmente Durrell había conseguido terminar la obra completa que él consideraba la vida artística que inició con el Cuaderno Negro y que cerraba su ciclo con el Quinteto de Avignon. Según comentó en varias ocasiones el Quinteto simbolizaba los cinco skandas tibetanos, que sería algo que tendría que provocar en el lector de su obra ciertas reflexiones sobre la estabilidad de la individualidad humana e incluso sobre la propia sexualidad. Yendo aún más lejos en su pensamiento y probablemente afectado en esta última etapa de su vida por la desaparición cada vez más continua de sus viejos amigos – Miller murió en 1980 – Durrell afirmaba en una de las últimas entrevistas que concedió tras la publicación de Quinx, que no pensaba escribir nada más, no tenía nada más que decir. Su literatura había sido hasta la aparición del Quinteto su propia experiencia, su autobiografía, y ahora se trataba de invertir el proceso, es decir, intentar olvidar todo lo escrito. “Ya he borrado de la memoria el Libro Negro e intento hacer lo mismo con el Cuarteto. Espero conseguirlo dentro de un año, aproximadamente. Dentro de dos posiblemente habré arrinconado también el Quinteto. Entonces podré ser feliz. Es una idea maravillosa. Ahora que dejé el alcohol puedo comenzar a pensar. Mejoraré en yoga y me acercaré más a ese estado espiritual de éxtasis, bonheur, cuando todo se haya borrado de mi memoria comenzaré a sentirme deliciosamente póstumo y compondré un poema final, que llamaré Bliss”.
Ignoro si consiguió este estado de olvido tan beatífico que según parece le proporcionaba la filosofía oriental, también si llegó a escribir ese último poema que pensaba titular Bliss, lo único cierto es que después de publicar el Quinteto pasó a ser uno de los referentes más importantes para las próximas generaciones ávidas por conocer el enfrentamiento espiritual e intelectual entre oriente y occidente, además de disfrutar de las referencias filosóficas sobre Freud, Spengler y Pitágoras. “El lector debe cuestionarse sobre lo que está leyendo y no sentir que el autor dirige su pensamiento a lo largo de toda la novela”, gustaba decir Durrell al intentar explicar la dificultad que tenía acceder a su obra. Su intención parece ser que también estaba en que el lector aplicara su propia lógica a los, en apariencia, desordenados movimientos o desdoblamientos de los protagonistas, que aparecen y desaparecen tanto en el cuarteto como en el quinteto. Así hay que entender la lectura del quinteto, como una simetría con el cuarteto, dónde vamos a asistir a la evolución de los personajes bajo nombres diferentes, juego sutil que nos lleva a necesitar de una atenta y continua atención no sólo al argumento de las historias que se narran, sino a recordar y memorizar los personajes para evitar perdernos en un laberinto de incomprensiones. “De otra forma, resultaría tan aburrido…”, decía Durrell con su sutil ironía británica. Obviamente Miller discrepaba totalmente de esta enrevesada forma de narrar y de construir la trama argumental de la novela que tenía Durrell.
Bibliografía en español:
SAFO
Ediciones Sudamericana. Buenos Aires 1960
ESPRIT DE CORPS
Ediciones Sudamericana. Buenos Aires 1960
LA PAPISA JUANA (Traducción y adaptación del griego por L.Durrell)
Editorial Edhasa. Barcelona 1977
CARRUSEL SICILIANO
Editorial Noguer. Barcelona 1980
UNA SONRISA EN EL OJO DE LA MENTE
Editorial Edhasa. Barcelona 1980
EL LIBRO NEGRO
Editorial Edhasa. Barcelona 1981
LA CELDA DE PROSPERO
Editorial Edhasa. Barcelona 1981
LIMONES AMARGOS
Editorial Noguer. Barcelona 1981
LIVIA
Editorial Noguer. Barcelona 1981
AGUILAS BLANCAS SOBRE SERBIA
Editorial Noguer. Barcelona 1981
TUNC
Editorial Edhasa. Barcelona 1985
JUSTINE
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
BALTHAZAR
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
MOUNTOLIVE
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
CLEA
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
NUNQUAM
Editorial Edhasa. Barcelona 1986
ANTROBUS
Editorial Tusquets. Barcelona 1986
MONSIEUR
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
CONSTANCE
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
SEBASTIAN
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
QUINX
Editorial Barcanova. Barcelona 1986
REFLEXIONES SOBRE UNA VENUS MARINA
Editorial Península. Barcelona 1999
VISION DE PROVENZA
Editorial Seix Barral. Barcelona 1999
POEMAS ESCOGIDOS
Editorial Visor. Madrid 1999
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