HENRY MILLER: EL CIRCULO PARISINO - CAPITULO 8 (COPY: JAVIER PARRA)
ANTONIN ARTAUD
(1896-1948)
Antonin Artatud nació el 4 de septiembre de 1896, en Marsella. Sus padres, Antonin Roi Artaud y Euphrasie Marie Louise Nalpas, de origen griego le introdujeron en el misticismo. En 1901 sufrió una grave meningitis que, probablemente, sería el origen de los desequilibrios mentales que empezaron a manifestarse en Artaud siendo aún muy joven y que le obligarían a confinarse en repetidas ocasiones en un asilo para desequilibrados.
En 1920 viajó a París donde inició sus estudios encaminados a ser actor teatral. En 1925 escribió sus primeros libros de poesía “L’ombilic des limbes” y “Le pése-nerfs”.
Fue cofundador del Théâtre Alfred Jarry en el año 1927, donde produjo varias obras, incluyendo una propia denominada “The Cenci” mediante la que expuso su concepto de Teatro de la Crueldad, utilizando el término para definir un nuevo teatro que debía minimizar la palabra y dejarse llevar por el movimiento y el gesto. Hizo su debut como actor en el Aurélien Lugné, teatro surrealista perteneciente al grupo del mismo nombre. Artaud rompió rápidamente su colaboración con los surrealistas, al enterarse de que André Bretón, miembro relevante del grupo junto con Aragón, se había afiliado al Partido Comunista francés. Para Artaud el surrealismo tenía que ser apolítico por lo que unió sus fuerzas con otros disidentes como él y se entregó al proyecto del Teatro de Alfred Jarry. Por esta época actuó en películas tales como “Juana de Arco”, 1928 y “Napoleón” en 1929. La colaboración de René Allendy y su esposa Ivonne en 1928 con los surrealistas, hizo posible su encuentro con Artaud, naciendo a partir de entonces una larga amistad que propició, entre otras cosas, el que Anaïs Nin y Artaud se conocieran. El hecho ocurrió en 1933, en marzo, y de él se conserva el testimonio que Anaïs dejó escrito en su Diario sobre este encuentro: “paseamos por el jardín iluminado por la luna y Antonin se conmovió mucho y se sintió romántico: “ – la belleza que creemos que el mundo ha perdido, está aquí. La casa es mágica, el jardín es mágico. Todo es un cuento de hadas”. Artaud, delgado, tenso. Un rostro flaco con ojos de visionario. Un aire sardónico. Unas veces hastiado, otras vehemente y malicioso. Para él, el teatro es un lugar donde ha de gritarse el dolor, la ira, el odio, y donde ha de representar la violencia que llevamos dentro. La vida más violenta puede reventar de terror y de muerte”. Según Anaïs, también hablaron durante este primer encuentro sobre la espantosa soledad en la que Antonin se encontraba, hecho que le confirmó al regalarle su libro “El arte y la muerte” y decirle que ansiaba poder crear una posible amistad entre los dos.
Días después de este primer encuentro, Antonin Artaud dio una conferencia en la Sorbona, dentro de un ciclo que coordinaba el Dr. René Allendy sobre arte y psicoanálisis, al que asistiría Anaïs invitada por ambos. El tema de la conferencia fue “El teatro y la Peste”. Anaïs, que disfrutó de la oportunidad de poder observar detenidamente tanto a Antonin como a Allendy, escribió en su Diario lo que vio y escuchó: “¿Trata de recordarnos – escribe – que fue durante la Peste cuando llegaron a producirse tantas obras maravillosas de arte y de teatro, porque el hombre frustrado por el miedo a la muerte, persigue la inmortalidad, la evasión, superarse a sí mismo? Pero luego, casi imperceptiblemente, abandonó el hilo que seguíamos y comenzó a actuar como alguien que se estuviera muriendo de la peste…Para ilustrar la conferencia, Artaud representaba una agonía. Al principio la gente contenía la respiración. Después se puso a reír. ¡Todo el mundo reía! Silbaban. Luego, de uno en uno, empezaron a irse ruidosamente, protestando, hablando. Al salir, daban un portazo”.
Al terminar la conferencia, Anaïs y Artaud salieron juntos. “Siempre quieren oír hablar de…quieren escuchar una conferencia objetiva sobre “El teatro y la Peste”, y lo que yo quiero es darles la experiencia misma de ello, la peste misma, para que se aterroricen y despierten”, - le comentó Artaud con profunda amargura -. Después de un paseo, ambos se sentaron en el café de La Coupole donde Artaud se olvidó al poco tiempo de la conferencia y se dedicó a seducir a Anaïs con sus más íntimos sentimientos e incluso, recitándole alguno de sus poemas. Quizás lo más interesante de esta velada fue la confesión que Artaud le hizo al expresarle las similitudes que encontraba en ella con respecto a su persona: “Nunca he encontrado a nadie que sintiera lo mismo que yo. Hace quince años que me drogo con opio. Me lo dieron por primera vez cuando era muy joven, para calmar los terribles dolores de cabeza que sufría. A veces creo que, en vez de escribir, lo que hago es describir la pugna por escribir, la pugna por nacer”. Para Artaud morir víctima de la peste no era peor que ser víctima de la mediocridad, el espíritu comercial y la corruptela que rodeaba a los sistemas políticos. Quería que la gente tomara conciencia de que se morían en la más absoluta ignorancia de su paso por la vida, forzarlos en definitiva, a entrar en un estado poético y culto de la vida.
Artaud ejerce una gran atracción sobre Anaïs, que en algunos momentos se siente muy cerca de él, de su complejidad emocional. Le comprende y le admira: “No puedo compartir la locura de Fraenkel – se refiere a Michael Fraenkel, editor y librero, amigo de Henry Miller, personaje en el que se inspiró para dar vida a Boris en el libro Trópico de Cáncer – como compartía y comprendía la de Artaud. Creo que es porque la locura de Fraenkel es intelectual y la de Artaud estaba enraizada en un real dolor emocional. Además Artaud es un gran poeta”. Anaïs estaba fascinada por las definiciones que Artaud hacía de ella, incluso llega a ver grandes similitudes con las que le habían hecho anteriormente Allendy y Rank. “La diferencia entre las demás mujeres y usted, es que usted respira dióxido de carbono y exhala oxígeno”. Es evidente que Artaud no tardó en enamorarse apasionadamente de Anaïs, como demuestra el fragmento que se reproduce a continuación, extractado de una carta que Artaud dirige a Anaïs con fecha 15 de junio de 1933: “Anaïs. Mi amor por usted toma la forma de una especie de religión, y esto en el sentido exacto de la palabra, con una atmósfera apropiada, la suya que se solidifica”. Artaud ha creído ver en Anaïs a la mujer que siempre ha buscado, una resolución entre el dualismo cuerpo-espíritu. “Sus sentidos han temblado y yo me he dado cuenta de que en usted el cuerpo y el espíritu están formidablemente ligados, ya que una pura impresión espiritual puede desencadenar una tormenta tan fuerte en su organismo. Pero en este matrimonio insólito el espíritu adelanta al cuerpo, y le domina, y debe acabar por dominarle del todo. Siento en usted un mundo de cosas que sólo están pidiendo nacer si encuentra su exorcista”. Es obvio que Artaud aspira a algo más que una simple amistad con Anaïs, quiere un exorcismo mutuo, un compromiso más ajustado a que cada uno de al otro lo que el dualismo les ha quitado, y que Artaud entiende haber encontrado en Anaïs: “Usted me enfrenta a lo mejor y a lo más terrible de mí mismo, y sólo ante usted siento que no puedo avergonzarme, quiero sus violentos abrazos, quiero entrar en usted, reposar en usted, y que usted y yo sintamos esta vibración plena, esta vibración que hace surgir las cosas del espíritu. Solamente con usted un abrazo puede no ser inútil, puede poner en contacto magnetismos contrarios y que se alían, establecer un ciclo perfecto. Pese a que habitemos el mismo ámbito, usted puede darme todo lo que me falta, ser mi complemento. Si nuestros espíritus aman las mismas imágenes, desean las mismas formas, las mismas apariciones, físicamente, orgánicamente, usted es el calor, mientras que yo soy el frío, usted la cosa ondulante, flexible, voluptuosa, acariciante, mientras que yo soy el duro mineral. Una necesidad violenta y que nos sobrepasa a ambos, la ha empujado a usted hacia mí, usted ha sido inmediatamente consciente de ello, ha visto las formidables semejanzas, ha sentido el bien que podía hacerle, y el que usted estaba destinada a hacerme a mí, pero de igual manera que yo soy ciego a ratos, temo que el destino también la haya cegado a usted, que pierda bruscamente el contacto con todos estos descubrimientos, con esta vida que debe causar mi maravilla; tengo miedo, por decirlo todo, de que su cuerpo la arrastre repentinamente y haga que usted ya no me reconozca, o que en uno de esos periodos en que yo estoy separado de mí, la decepción que usted sienta haga que deje de reconocerme y que yo la pierda, la repierda completamente. Está a punto de comenzar una cosa maravillosa que puede llenar toda una vida…” Acertadamente, a pesar de sus propios fantasmas e incluso luchando contra su propia neurosis, Anaïs supo en este caso actuar con la suficiente capacidad de decisión para no dejarse tentar como podemos ver por lo que escribió en su Diario: “Siento una piedad inmensa por Antonin porque siempre sufre. Es la oscuridad, la amargura de Artaud lo que quiero curar. Físicamente no podría tocarle, pero amo la llama y el genio que hay en él”. Es muy posible que en esta meditada decisión pesara la opinión de su por entonces psicoanalista el Dr. René Allendy: “No juegue con Artaud. Es demasiado desgraciado, demasiado pobre”. “A mí sólo me interesa su genio”- le contestó Anaïs -. “Entonces, sea una amiga, no una coqueta mujer”. “En mis relaciones literarias soy muy masculina.” - responde Anaïs – “Pero su silueta no lo es en absoluto” – responde Allendy –. Nadie mejor que el propio Allendy para saber y conocer hasta qué punto Anaïs podía ser seductora, sobre todo teniendo en cuenta que él mismo estaba siendo víctima directa de sus artimañas.
“El Manifeste du Théatre de la cruate” escrito en 1932 y “Le Théatre et son double”, en 1938, buscaban una participación y una comunión entre el actor y la audiencia, una mezcla mágica de gestos, sonidos y una escenografía e iluminación inusual, todo ello unido a combinar y crear una forma de lenguaje superior a las palabras, algo que fuera capaz de impresionar al espectador con su lógica. En el “Teatro de la crueldad”, Artaud expone claramente lo que para él significa la idea de un teatro nuevo e innovador, de un teatro vivo y en perfecta armonía comunicativa con el espectador, libre de interferencias, y sobre todo, creativo. “No podemos seguir prostituyendo la idea del teatro, que tiene un único valor: su relación atroz y mágica con la realidad y el peligro”. Artaud pide también que aparezcan nuevos sonidos musicales, ruidos insoportables, desgarradores, y donde las luces sean también protagonistas con una iluminación tenue, opacas o densas según las necesidades que complementen al espectáculo teatral. Igualmente, propone suprimir el escenario o la propia sala, el decorado y por qué no, incluso el propio texto teatral si así lo requiere el acto en sí. Reclama por tanto, un texto integral, un teatro de representación de la vida tal cual, es decir, sin máscaras ni decorados. Tampoco el cine escapa a sus deseos de reinventarlo y en el manifiesto citado anteriormente dice lo siguiente respecto a este tema: “que a la cruda realidad de lo que representa el cine es necesario aportarle la poesía como medio teatral que se opone a las imágenes de lo que no es”.
Artaud pasó diferentes etapas de su vida aquejado de múltiples enfermedades físicas y psíquicas, sobre todo serían estas últimas las que más afectarían a su capacidad creadora e interpretativa ya que, debido a ellas, tuvo que permanecer internado durante periodos de tiempo cada vez más largos en instituciones mentales. A pesar de ello Artaud siguió hasta su muerte escribiendo sobre el teatro, como demuestra “El teatro y su doble”, un texto perteneciente a 1938 que describe las fórmulas que le sirvieron para crear el teatro de grupo, o el también conocido como teatro del absurdo, del ritual o de entorno.
Desgraciadamente, las obras de Artaud nunca han sido tan reconocidas como sus teorías, y por esta causa obras como “Les Cenci”, una tragedia desarrollada en cuatro actos y diez cuadros que parte de una idea de Shelley y Stendhal, se ve avocada al ostracismo y al olvido. El argumento es la atroz historia de Francesco Cenci quien, después de haber causado la muerte de su hijo, viola a su hija y muere asesinado por dos de sus vasallos, quienes le clavan unos clavos en los ojos y en la garganta. La primera representación de este drama se llevó a cabo en el Folies-Wagram el 6 de mayo, obteniendo un gran éxito de público, y sin embargo una despiadada crítica por parte de la prensa especializada. François Porche llega a oponerle los méritos de Bichon de Jehan de Letraz. La misma Colette que, según Artaud, había manifestado “su opinión personal de absoluto entusiasmo” escribió en Le Journal una reseña ambigua. Después de este rotundo y notorio fracaso de crítica, Artaud toma la decisión de marcharse a Méjico, proyecto que ya contemplaba desde tiempo atrás, influido por los relatos de unos amigos de Anaïs, Rango y Tata Nacho, que continuamente le contaban historias de este paradójico país. El 30 de enero de 1936, Artaud desembarca en La Habana, como paso previo a su llegada a Méjico, que se produciría una semana después. Tanto los intelectuales como los altos funcionarios acogen a Artaud con gran simpatía. El Nacional Revolucionario, le encarga una serie de artículos cuyos derechos, unidos a los que le aportan otros artículos publicados en revistas literarias, al igual que un ciclo de conferencias sobre el teatro, le permiten a Artaud subsistir, aunque mezquinamente, durante su estancia en este país.
La insistencia de Artaud en conocer a los indios, en alabar sus ritos y en defender la adopción por el cuerpo mejicano de la identidad india, escandaliza a los blancos y mestizos que no acaban de entender la necesidad de Artaud por mezclarse con los indios salvajes. Artaud comprende rápidamente que en la capital no encontrará apoyo para su ansiado proyecto de encontrarse con el alma india, por lo que contando solamente con el apoyo del Rector de la Universidad Central de Méjico, consigue que éste le gestione una pequeña subvención del Gobierno, hecho que se concreta en una beca de la sección de Bellas Artes, que le permite viajar hacia las tierras indias a finales del mes de agosto.
Artaud permanece en la región de los tarahumara hasta el mes de octubre, donde aparte de probar el peyote, redacta un primer conjunto de ensayos que posteriormente darán lugar al ciclo denominado de los tarahumara, y que proseguiría redactando hasta el mismo año de su muerte. A excepción del “Supplement”, escrito durante un retorno temporal a la religión y del que renegó en 1945, el conjunto del ciclo de los tarahumara revela la misma finalidad que ya expuso Artaud durante su aventura surrealista, y que por otro lado se transparenta y se superpone con el resto de su obra. El 31 de octubre embarca en Veracruz, en el Mexique, con destino a Saint-Nazaire, donde desembarca el 12 de noviembre dando así por finalizada su aventura con los indios y el peyote.
Durante los siguientes años es confinado en diferentes sanatorios mentales, siendo el 27 de febrero de 1939 enviado al manicomio de Ville-Evrard, en las afueras de París, lugar donde es finalmente diagnosticado de incurable. Permanece en este sanatorio hasta el 22 de enero de 1943, fecha en la que es trasladado a Rodez. En este sanatorio es acogido por el Dr. Ferdiere. A partir del comienzo de 1944, Artaud empieza a salir de Rodez se pasea por las cercanías con el poeta-editor Denys-Paul Bouloc, y con algún otro amigo. Estos paseos significan un renacimiento para él, como le explica en una carta al Dr. Ferdiere el 5 de febrero de 1944: “A fuerza de estar encerrado, uno acaba por imaginar que el mundo exterior no existe. Y la conciencia se resiente de ello. Acaba por perder el sentido de lo concreto, de lo objetivo, y por consiguiente de lo verdadero, y corre el peligro de entretenerse inconsideradamente con falsas imágenes, falsas impresiones”. En 1946, Marthe Robert y Adamov se dirigen a Rodez y le comentan al Dr. Ferdiere la posibilidad de que Artaud abandone su internamiento en el manicomio. Ferdiere acepta con dos condiciones que le parecen indispensables para que la administración acepte su petición: asegurar la manutención de Artaud y encontrar una clínica privada que le acoja y le dispense los cuidados que éste requiere. Con el fin de obtener fondos suficientes para cubrir los gastos que necesita Artaud para su subsistencia, se organiza un comité de ayuda bajo la presidencia de Jean Paulhan con Adamov, Balthus, Barrault, Dubuffet, Gide, Picasso, Pierre Loeb y Henri Thomas, del que Dubuffet era el tesorero. El objetivo prioritario de este comité es reunir los fondos necesarios, gracias a las donaciones de obras de arte y de manuscritos vendidos en improvisadas subastas y a la organización de una velada artística.
El 26 de mayo de 1946 Artaud llega a París acompañado del Dr. Ferdiere, amigos, admiradores desconocidos y algún que otro periodista que le reciben en la estación. En 1947 Artaud escribe “Van Gogh”, “El suicidio de la sociedad”, “Artaud le Momo” y “La culture indienne”. Participa en la escritura y elaboración del guión de un programa para la radio titulado “Pour en finir avec le jugement de Dieu”, que en principio estaba programado emitir el 2 de febrero de 1948, pero que el director general de la radio, Wladimir Porché, censura y decide no emitir alarmado por la violencia del título. El asunto levanta gran polémica en los medios de prensa, sin conseguir por ello que Porché levante el veto. Artaud recurre a dar una conferencia en la que expone y denuncia las fuerzas del mal, a la psiquiatría y a los electroshocks como aliados de un contubernio en contra de él. En febrero ya le habían diagnosticado un cáncer incurable. En día 3 de marzo de 1948, Artaud muere en París.
Bibliografía en español
CARTA A LA VIDENTE
Editorial Tusquets. Barcelona 1971
HELIOGABALO O EL ANARQUISTA CORONADO
Editorial Fundamentos. Madrid 1975
TRES PIEZAS CORTAS
Editorial Fundamentos. Madrid 1976
CARTAS DESDE RODEZ I
Editorial Fundamentos. Madrid 1977
CARTAS DESDE RODEZ II
Editorial Fundamentos. Madrid 1978
VAN GOGH. EL SUICIDADO DE LA SOCIEDAD. PARA ACABAR DE UNA VEZ CON EL JUICIO DE DIOS.
Editorial Fundamentos. Madrid 1978
ARTAUD LE MOMO. AQUÍ YACE LA CULTURA INDIA
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
CARTAS DESDE RODEZ III
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
CUADERNOS DE RODEZ
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
LOS TARAHUMARAS
Editorial Tusquets. Barcelona 1985
Bibliografía sobre Artaud en español
BIOGRAFÍA DE ANTONIN ARTAUD
Autor: Jean-Louis Brau
Editorial Anagrama. Barcelona 1972
(1896-1948)
Antonin Artatud nació el 4 de septiembre de 1896, en Marsella. Sus padres, Antonin Roi Artaud y Euphrasie Marie Louise Nalpas, de origen griego le introdujeron en el misticismo. En 1901 sufrió una grave meningitis que, probablemente, sería el origen de los desequilibrios mentales que empezaron a manifestarse en Artaud siendo aún muy joven y que le obligarían a confinarse en repetidas ocasiones en un asilo para desequilibrados.
En 1920 viajó a París donde inició sus estudios encaminados a ser actor teatral. En 1925 escribió sus primeros libros de poesía “L’ombilic des limbes” y “Le pése-nerfs”.
Fue cofundador del Théâtre Alfred Jarry en el año 1927, donde produjo varias obras, incluyendo una propia denominada “The Cenci” mediante la que expuso su concepto de Teatro de la Crueldad, utilizando el término para definir un nuevo teatro que debía minimizar la palabra y dejarse llevar por el movimiento y el gesto. Hizo su debut como actor en el Aurélien Lugné, teatro surrealista perteneciente al grupo del mismo nombre. Artaud rompió rápidamente su colaboración con los surrealistas, al enterarse de que André Bretón, miembro relevante del grupo junto con Aragón, se había afiliado al Partido Comunista francés. Para Artaud el surrealismo tenía que ser apolítico por lo que unió sus fuerzas con otros disidentes como él y se entregó al proyecto del Teatro de Alfred Jarry. Por esta época actuó en películas tales como “Juana de Arco”, 1928 y “Napoleón” en 1929. La colaboración de René Allendy y su esposa Ivonne en 1928 con los surrealistas, hizo posible su encuentro con Artaud, naciendo a partir de entonces una larga amistad que propició, entre otras cosas, el que Anaïs Nin y Artaud se conocieran. El hecho ocurrió en 1933, en marzo, y de él se conserva el testimonio que Anaïs dejó escrito en su Diario sobre este encuentro: “paseamos por el jardín iluminado por la luna y Antonin se conmovió mucho y se sintió romántico: “ – la belleza que creemos que el mundo ha perdido, está aquí. La casa es mágica, el jardín es mágico. Todo es un cuento de hadas”. Artaud, delgado, tenso. Un rostro flaco con ojos de visionario. Un aire sardónico. Unas veces hastiado, otras vehemente y malicioso. Para él, el teatro es un lugar donde ha de gritarse el dolor, la ira, el odio, y donde ha de representar la violencia que llevamos dentro. La vida más violenta puede reventar de terror y de muerte”. Según Anaïs, también hablaron durante este primer encuentro sobre la espantosa soledad en la que Antonin se encontraba, hecho que le confirmó al regalarle su libro “El arte y la muerte” y decirle que ansiaba poder crear una posible amistad entre los dos.
Días después de este primer encuentro, Antonin Artaud dio una conferencia en la Sorbona, dentro de un ciclo que coordinaba el Dr. René Allendy sobre arte y psicoanálisis, al que asistiría Anaïs invitada por ambos. El tema de la conferencia fue “El teatro y la Peste”. Anaïs, que disfrutó de la oportunidad de poder observar detenidamente tanto a Antonin como a Allendy, escribió en su Diario lo que vio y escuchó: “¿Trata de recordarnos – escribe – que fue durante la Peste cuando llegaron a producirse tantas obras maravillosas de arte y de teatro, porque el hombre frustrado por el miedo a la muerte, persigue la inmortalidad, la evasión, superarse a sí mismo? Pero luego, casi imperceptiblemente, abandonó el hilo que seguíamos y comenzó a actuar como alguien que se estuviera muriendo de la peste…Para ilustrar la conferencia, Artaud representaba una agonía. Al principio la gente contenía la respiración. Después se puso a reír. ¡Todo el mundo reía! Silbaban. Luego, de uno en uno, empezaron a irse ruidosamente, protestando, hablando. Al salir, daban un portazo”.
Al terminar la conferencia, Anaïs y Artaud salieron juntos. “Siempre quieren oír hablar de…quieren escuchar una conferencia objetiva sobre “El teatro y la Peste”, y lo que yo quiero es darles la experiencia misma de ello, la peste misma, para que se aterroricen y despierten”, - le comentó Artaud con profunda amargura -. Después de un paseo, ambos se sentaron en el café de La Coupole donde Artaud se olvidó al poco tiempo de la conferencia y se dedicó a seducir a Anaïs con sus más íntimos sentimientos e incluso, recitándole alguno de sus poemas. Quizás lo más interesante de esta velada fue la confesión que Artaud le hizo al expresarle las similitudes que encontraba en ella con respecto a su persona: “Nunca he encontrado a nadie que sintiera lo mismo que yo. Hace quince años que me drogo con opio. Me lo dieron por primera vez cuando era muy joven, para calmar los terribles dolores de cabeza que sufría. A veces creo que, en vez de escribir, lo que hago es describir la pugna por escribir, la pugna por nacer”. Para Artaud morir víctima de la peste no era peor que ser víctima de la mediocridad, el espíritu comercial y la corruptela que rodeaba a los sistemas políticos. Quería que la gente tomara conciencia de que se morían en la más absoluta ignorancia de su paso por la vida, forzarlos en definitiva, a entrar en un estado poético y culto de la vida.
Artaud ejerce una gran atracción sobre Anaïs, que en algunos momentos se siente muy cerca de él, de su complejidad emocional. Le comprende y le admira: “No puedo compartir la locura de Fraenkel – se refiere a Michael Fraenkel, editor y librero, amigo de Henry Miller, personaje en el que se inspiró para dar vida a Boris en el libro Trópico de Cáncer – como compartía y comprendía la de Artaud. Creo que es porque la locura de Fraenkel es intelectual y la de Artaud estaba enraizada en un real dolor emocional. Además Artaud es un gran poeta”. Anaïs estaba fascinada por las definiciones que Artaud hacía de ella, incluso llega a ver grandes similitudes con las que le habían hecho anteriormente Allendy y Rank. “La diferencia entre las demás mujeres y usted, es que usted respira dióxido de carbono y exhala oxígeno”. Es evidente que Artaud no tardó en enamorarse apasionadamente de Anaïs, como demuestra el fragmento que se reproduce a continuación, extractado de una carta que Artaud dirige a Anaïs con fecha 15 de junio de 1933: “Anaïs. Mi amor por usted toma la forma de una especie de religión, y esto en el sentido exacto de la palabra, con una atmósfera apropiada, la suya que se solidifica”. Artaud ha creído ver en Anaïs a la mujer que siempre ha buscado, una resolución entre el dualismo cuerpo-espíritu. “Sus sentidos han temblado y yo me he dado cuenta de que en usted el cuerpo y el espíritu están formidablemente ligados, ya que una pura impresión espiritual puede desencadenar una tormenta tan fuerte en su organismo. Pero en este matrimonio insólito el espíritu adelanta al cuerpo, y le domina, y debe acabar por dominarle del todo. Siento en usted un mundo de cosas que sólo están pidiendo nacer si encuentra su exorcista”. Es obvio que Artaud aspira a algo más que una simple amistad con Anaïs, quiere un exorcismo mutuo, un compromiso más ajustado a que cada uno de al otro lo que el dualismo les ha quitado, y que Artaud entiende haber encontrado en Anaïs: “Usted me enfrenta a lo mejor y a lo más terrible de mí mismo, y sólo ante usted siento que no puedo avergonzarme, quiero sus violentos abrazos, quiero entrar en usted, reposar en usted, y que usted y yo sintamos esta vibración plena, esta vibración que hace surgir las cosas del espíritu. Solamente con usted un abrazo puede no ser inútil, puede poner en contacto magnetismos contrarios y que se alían, establecer un ciclo perfecto. Pese a que habitemos el mismo ámbito, usted puede darme todo lo que me falta, ser mi complemento. Si nuestros espíritus aman las mismas imágenes, desean las mismas formas, las mismas apariciones, físicamente, orgánicamente, usted es el calor, mientras que yo soy el frío, usted la cosa ondulante, flexible, voluptuosa, acariciante, mientras que yo soy el duro mineral. Una necesidad violenta y que nos sobrepasa a ambos, la ha empujado a usted hacia mí, usted ha sido inmediatamente consciente de ello, ha visto las formidables semejanzas, ha sentido el bien que podía hacerle, y el que usted estaba destinada a hacerme a mí, pero de igual manera que yo soy ciego a ratos, temo que el destino también la haya cegado a usted, que pierda bruscamente el contacto con todos estos descubrimientos, con esta vida que debe causar mi maravilla; tengo miedo, por decirlo todo, de que su cuerpo la arrastre repentinamente y haga que usted ya no me reconozca, o que en uno de esos periodos en que yo estoy separado de mí, la decepción que usted sienta haga que deje de reconocerme y que yo la pierda, la repierda completamente. Está a punto de comenzar una cosa maravillosa que puede llenar toda una vida…” Acertadamente, a pesar de sus propios fantasmas e incluso luchando contra su propia neurosis, Anaïs supo en este caso actuar con la suficiente capacidad de decisión para no dejarse tentar como podemos ver por lo que escribió en su Diario: “Siento una piedad inmensa por Antonin porque siempre sufre. Es la oscuridad, la amargura de Artaud lo que quiero curar. Físicamente no podría tocarle, pero amo la llama y el genio que hay en él”. Es muy posible que en esta meditada decisión pesara la opinión de su por entonces psicoanalista el Dr. René Allendy: “No juegue con Artaud. Es demasiado desgraciado, demasiado pobre”. “A mí sólo me interesa su genio”- le contestó Anaïs -. “Entonces, sea una amiga, no una coqueta mujer”. “En mis relaciones literarias soy muy masculina.” - responde Anaïs – “Pero su silueta no lo es en absoluto” – responde Allendy –. Nadie mejor que el propio Allendy para saber y conocer hasta qué punto Anaïs podía ser seductora, sobre todo teniendo en cuenta que él mismo estaba siendo víctima directa de sus artimañas.
“El Manifeste du Théatre de la cruate” escrito en 1932 y “Le Théatre et son double”, en 1938, buscaban una participación y una comunión entre el actor y la audiencia, una mezcla mágica de gestos, sonidos y una escenografía e iluminación inusual, todo ello unido a combinar y crear una forma de lenguaje superior a las palabras, algo que fuera capaz de impresionar al espectador con su lógica. En el “Teatro de la crueldad”, Artaud expone claramente lo que para él significa la idea de un teatro nuevo e innovador, de un teatro vivo y en perfecta armonía comunicativa con el espectador, libre de interferencias, y sobre todo, creativo. “No podemos seguir prostituyendo la idea del teatro, que tiene un único valor: su relación atroz y mágica con la realidad y el peligro”. Artaud pide también que aparezcan nuevos sonidos musicales, ruidos insoportables, desgarradores, y donde las luces sean también protagonistas con una iluminación tenue, opacas o densas según las necesidades que complementen al espectáculo teatral. Igualmente, propone suprimir el escenario o la propia sala, el decorado y por qué no, incluso el propio texto teatral si así lo requiere el acto en sí. Reclama por tanto, un texto integral, un teatro de representación de la vida tal cual, es decir, sin máscaras ni decorados. Tampoco el cine escapa a sus deseos de reinventarlo y en el manifiesto citado anteriormente dice lo siguiente respecto a este tema: “que a la cruda realidad de lo que representa el cine es necesario aportarle la poesía como medio teatral que se opone a las imágenes de lo que no es”.
Artaud pasó diferentes etapas de su vida aquejado de múltiples enfermedades físicas y psíquicas, sobre todo serían estas últimas las que más afectarían a su capacidad creadora e interpretativa ya que, debido a ellas, tuvo que permanecer internado durante periodos de tiempo cada vez más largos en instituciones mentales. A pesar de ello Artaud siguió hasta su muerte escribiendo sobre el teatro, como demuestra “El teatro y su doble”, un texto perteneciente a 1938 que describe las fórmulas que le sirvieron para crear el teatro de grupo, o el también conocido como teatro del absurdo, del ritual o de entorno.
Desgraciadamente, las obras de Artaud nunca han sido tan reconocidas como sus teorías, y por esta causa obras como “Les Cenci”, una tragedia desarrollada en cuatro actos y diez cuadros que parte de una idea de Shelley y Stendhal, se ve avocada al ostracismo y al olvido. El argumento es la atroz historia de Francesco Cenci quien, después de haber causado la muerte de su hijo, viola a su hija y muere asesinado por dos de sus vasallos, quienes le clavan unos clavos en los ojos y en la garganta. La primera representación de este drama se llevó a cabo en el Folies-Wagram el 6 de mayo, obteniendo un gran éxito de público, y sin embargo una despiadada crítica por parte de la prensa especializada. François Porche llega a oponerle los méritos de Bichon de Jehan de Letraz. La misma Colette que, según Artaud, había manifestado “su opinión personal de absoluto entusiasmo” escribió en Le Journal una reseña ambigua. Después de este rotundo y notorio fracaso de crítica, Artaud toma la decisión de marcharse a Méjico, proyecto que ya contemplaba desde tiempo atrás, influido por los relatos de unos amigos de Anaïs, Rango y Tata Nacho, que continuamente le contaban historias de este paradójico país. El 30 de enero de 1936, Artaud desembarca en La Habana, como paso previo a su llegada a Méjico, que se produciría una semana después. Tanto los intelectuales como los altos funcionarios acogen a Artaud con gran simpatía. El Nacional Revolucionario, le encarga una serie de artículos cuyos derechos, unidos a los que le aportan otros artículos publicados en revistas literarias, al igual que un ciclo de conferencias sobre el teatro, le permiten a Artaud subsistir, aunque mezquinamente, durante su estancia en este país.
La insistencia de Artaud en conocer a los indios, en alabar sus ritos y en defender la adopción por el cuerpo mejicano de la identidad india, escandaliza a los blancos y mestizos que no acaban de entender la necesidad de Artaud por mezclarse con los indios salvajes. Artaud comprende rápidamente que en la capital no encontrará apoyo para su ansiado proyecto de encontrarse con el alma india, por lo que contando solamente con el apoyo del Rector de la Universidad Central de Méjico, consigue que éste le gestione una pequeña subvención del Gobierno, hecho que se concreta en una beca de la sección de Bellas Artes, que le permite viajar hacia las tierras indias a finales del mes de agosto.
Artaud permanece en la región de los tarahumara hasta el mes de octubre, donde aparte de probar el peyote, redacta un primer conjunto de ensayos que posteriormente darán lugar al ciclo denominado de los tarahumara, y que proseguiría redactando hasta el mismo año de su muerte. A excepción del “Supplement”, escrito durante un retorno temporal a la religión y del que renegó en 1945, el conjunto del ciclo de los tarahumara revela la misma finalidad que ya expuso Artaud durante su aventura surrealista, y que por otro lado se transparenta y se superpone con el resto de su obra. El 31 de octubre embarca en Veracruz, en el Mexique, con destino a Saint-Nazaire, donde desembarca el 12 de noviembre dando así por finalizada su aventura con los indios y el peyote.
Durante los siguientes años es confinado en diferentes sanatorios mentales, siendo el 27 de febrero de 1939 enviado al manicomio de Ville-Evrard, en las afueras de París, lugar donde es finalmente diagnosticado de incurable. Permanece en este sanatorio hasta el 22 de enero de 1943, fecha en la que es trasladado a Rodez. En este sanatorio es acogido por el Dr. Ferdiere. A partir del comienzo de 1944, Artaud empieza a salir de Rodez se pasea por las cercanías con el poeta-editor Denys-Paul Bouloc, y con algún otro amigo. Estos paseos significan un renacimiento para él, como le explica en una carta al Dr. Ferdiere el 5 de febrero de 1944: “A fuerza de estar encerrado, uno acaba por imaginar que el mundo exterior no existe. Y la conciencia se resiente de ello. Acaba por perder el sentido de lo concreto, de lo objetivo, y por consiguiente de lo verdadero, y corre el peligro de entretenerse inconsideradamente con falsas imágenes, falsas impresiones”. En 1946, Marthe Robert y Adamov se dirigen a Rodez y le comentan al Dr. Ferdiere la posibilidad de que Artaud abandone su internamiento en el manicomio. Ferdiere acepta con dos condiciones que le parecen indispensables para que la administración acepte su petición: asegurar la manutención de Artaud y encontrar una clínica privada que le acoja y le dispense los cuidados que éste requiere. Con el fin de obtener fondos suficientes para cubrir los gastos que necesita Artaud para su subsistencia, se organiza un comité de ayuda bajo la presidencia de Jean Paulhan con Adamov, Balthus, Barrault, Dubuffet, Gide, Picasso, Pierre Loeb y Henri Thomas, del que Dubuffet era el tesorero. El objetivo prioritario de este comité es reunir los fondos necesarios, gracias a las donaciones de obras de arte y de manuscritos vendidos en improvisadas subastas y a la organización de una velada artística.
El 26 de mayo de 1946 Artaud llega a París acompañado del Dr. Ferdiere, amigos, admiradores desconocidos y algún que otro periodista que le reciben en la estación. En 1947 Artaud escribe “Van Gogh”, “El suicidio de la sociedad”, “Artaud le Momo” y “La culture indienne”. Participa en la escritura y elaboración del guión de un programa para la radio titulado “Pour en finir avec le jugement de Dieu”, que en principio estaba programado emitir el 2 de febrero de 1948, pero que el director general de la radio, Wladimir Porché, censura y decide no emitir alarmado por la violencia del título. El asunto levanta gran polémica en los medios de prensa, sin conseguir por ello que Porché levante el veto. Artaud recurre a dar una conferencia en la que expone y denuncia las fuerzas del mal, a la psiquiatría y a los electroshocks como aliados de un contubernio en contra de él. En febrero ya le habían diagnosticado un cáncer incurable. En día 3 de marzo de 1948, Artaud muere en París.
Bibliografía en español
CARTA A LA VIDENTE
Editorial Tusquets. Barcelona 1971
HELIOGABALO O EL ANARQUISTA CORONADO
Editorial Fundamentos. Madrid 1975
TRES PIEZAS CORTAS
Editorial Fundamentos. Madrid 1976
CARTAS DESDE RODEZ I
Editorial Fundamentos. Madrid 1977
CARTAS DESDE RODEZ II
Editorial Fundamentos. Madrid 1978
VAN GOGH. EL SUICIDADO DE LA SOCIEDAD. PARA ACABAR DE UNA VEZ CON EL JUICIO DE DIOS.
Editorial Fundamentos. Madrid 1978
ARTAUD LE MOMO. AQUÍ YACE LA CULTURA INDIA
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
CARTAS DESDE RODEZ III
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
CUADERNOS DE RODEZ
Editorial Fundamentos. Madrid 1979
LOS TARAHUMARAS
Editorial Tusquets. Barcelona 1985
Bibliografía sobre Artaud en español
BIOGRAFÍA DE ANTONIN ARTAUD
Autor: Jean-Louis Brau
Editorial Anagrama. Barcelona 1972
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